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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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LA INVASION FRANCESA DE 1810 EN BAZA

Segunda Parte

Artículo publicado originalmente en la sección "Páginas Centrales" de la Revista "El Norte", correspondiente a la primera quincena de junio de 2010 

La eficaz actuación de los guerrilleros en lo que hoy es la zona norte de la provincia de Granada propició que muchas ciudades pudieran expulsar al dominador francés de sus calles e instituciones, aunque en algunas ocasiones no de forma definitiva. Baza fue una de ellas. Como contábamos al cerrar el primer capítulo, el 10 de mayo de 1811, las tropas dirigidas por el General Freyre logran vencer al ejército francés que se ve obligado a salir de la ciudad.

La inestabilidad de aquellos meses no permitía a ninguna de las partes excederse en la celebración de las victorias, pues muchas eran las circunstancias que podían hacer cambiar la realidad en pocos días.

Liberada la ciudad de Baza por Freyre, los días 7, 8 y 9 de agosto de ese mismo año se desarrolla una sangrienta batalla en los campos de Baza en la que son las tropas napoleónicas las que vencen a los nacionales. Ello supone que los imperiales vuelvan a ocupar los mismos acuartelamientos que antes del verano ocupaban. Aquel enfrentamiento fue una sorpresa para los españoles. El General Leval, que había sustituido en Granada a Sebastiani, encabezaba el ejército invasor; se adentraron por el río Fardes, algo que no se esperaban las tropas nacionales, produciéndose el encuentro en los llanos de Baza. Vencida la ciudad, Leval la entrega de nuevo al General Milhaud, que ya había dejado aquí bastantes muestras de su crueldad.

La primera disposición del invasor es ésta: “El Señor General de la tropas imperiales, hace entrega al Alguacil Mayor Don Antero García Camuñas, y para que lo presente a cualquier Regidor de esta ciudad, y por la que previene dicho General: que dentro de una hora se tengan preparadas mil raciones de cebada, cinco mil de pan y otras tantas de carne y vino”. Efectivamente, se le hizo entrega de dicha orden al Señor Don Pablo Espinosa, para su pronta ejecución, por ausencia de otros corregidores.

Estos días son de muchas anotaciones, tachaduras y borrados en la actas públicas, que incluso no están firmadas tras haberse realizado. De todo ello podemos deducir que se producen con excesiva facilidad y rapidez, numerosas dimisiones y sustituciones de cargos, si bien las actas solo las firman un subprefecto y el corregidor Ansaldo y a veces ninguno o solo uno.

La batalla en los campos de Baza que regresó el yugo francés, en los días 7, 8 y 9 de agosto, contó con la presencia de la artillería gala contra los españoles; las tropas napoleónicas cruzaron el río Guardal sin resistencia alguna. Pero no quisieron entrar en Baza, que hubiera sido lo más lógico, sino que enviaron la necesaria tropa para el dominio de la angustiada ciudad, y recabar de ella lo que querían para saqueo y  forzar el tributo que requerían a los pueblos.

El pueblo se subleva contra el dominio francés En esta batalla que podríamos ubicar muy cerca de Zújar, los españoles perdieron más de 1.500 hombres entre prisioneros, heridos y muertos en combate. Obligó esta batalla al General Freyre a abandonar los altos del Baúl y retirarse hacia Levante. Atacado en el peñón de las Vertientes, logró unas buenas escaramuzas, escapando su tropa hacia Oria y Albox, donde lograron  victoria contra 300 soldados del ejército de Dragones, obteniendo bastantes pertrechos. 

La llegada de heridos de guerra es grande y están agotadas las subsistencias del Hospital, por lo que hay un escrito de 24 de septiembre dirigido al Mariscal del Reyno, Señor Duque de Dalmacia, para que se sirva mandar fondos para los gastos que se están causando en el citado hospital.

De esta última dominación francesa de la ciudad hay una curiosa anotación, “sobre la queja presentada por  los señores Mata y Gámez”, que dicen “que estando sufriendo varios insultos por el cocinero del Señor Comandante de esta Plaza por no facilitarle con la puntualidad que apetece los continuos pedidos para la mesa diaria de dicho Señor Comandante…. por cuyo motivo no pueden continuar en su comisión sin estar expuestos a  daños.... solicitan se les exonerase de ello”.

Del mes de noviembre tenemos una referencia importante, pues en ella el Cabildo ordena que no se siembre ni cáñamo ni lino en esta ciudad.

Por un acta del mismo mes llegamos a conocer que en este partido encomendado a Baza se contaba con 39 pueblos.

Así era España entre 1808 y 1814. En concreto, los que entraban en el reparto de impuestos de aceite eran: Baza, 47arrobas; Serón, 36 arrobas; Tíjola, 26 arrobas; Bayarque, 10 arrobas; Bacares, 20 arrobas; Lúcar, 30 arrobas; Somontín, 20 arrobas; Urrácal, 20 arrobas; Sierro, 20 arrobas; Armuña, 4 arrobas; Suflí, 20 arrobas; Macael, 10 arrobas; Laroya, 4 arrobas; Purchena, 30 arrobas; Olula del Río, 20; Zújar, 12 arrobas; Freila, 3 arrobas; Cortes, 3 arrobas; Benamaurel, 14 arrobas; Castril,14 arrobas; Castilléjar, 8 arrobas. Todo ello para lograr la recaudación de las 361 arrobas de aceite que se habían impuesto por el ejército francés de tributo.

Por cierto que en alimentación se había prohibido el hacer pan blanco, alimentándose toda la población del llamado “bazo”.

En 1812 es tal el estado de indigencia de la población bastetana, que llegado el día de San José, el Ayuntamiento dispone el siguiente acuerdo: “estando próximo el día de Nuestro Augusto Monarca el Señor Don José Napoleón Primero, en que se debía hacer demostraciones de júbilo en el modo posible, y dado el estado de indigencia en que se hallan estos habitantes, se acordó: “que dicho día se celebre con una Misa con Tedeum a la que asista este Cuerpo, que en su noche haya baile, e iluminación dicho día y la víspera, y que se eche mano a los fondos más efectivos con calidad de reintegrables”.

El Conde de Montarco expide título de Comisario de Policía de esta ciudad a favor de señor Don Josef Bergara y Berges, con fecha 18 de marzo, tomando este señor Comisario posesión el 27 de marzo.

Durante los meses de abril y mayo se produce un desabastecimiento total en las tropas imperiales, pues habían esquilmado todos los pueblos que constituyen el partido; en la ciudad, el hambre era cosa diaria, y los proveedores que suministraban a las tropas imperiales carecían de productos y no habían recibido la paga de lo retirado, y para la alimentación de la caballería se estaba produciendo una siega de verdes, lo que gravaría más en el futuro a la población, que no podría hacer luego frente a los repartimientos de siega.

Se nombra una Comisión Extraordinaria de cobranzas de Contribuciones, al frente de la cual se pone a los señores Zurana y Mata, a quienes se ordenan se valgan de los Alcaldes de barrio y otros subalternos para obtener dichos cobros. El 23 de mayo de 1812 se declara el Ayuntamiento en bancarrota: “se hizo presente que al carecer esta Junta de todo fondo para atender a las urgencias que pueden presentársele, y siendo indispensable para acudir a ellas con la prontitud que se apetece de algunas cantidades, a fin de poderlas reunir por los medios que se estimen oportunos, se acordó: se convoquen a la cuatro de la tarde al Señor Chantre, a los Curas de las tres Parroquias, a los Sres. (antiguos regidores ) y haciéndoles presente lo referido se exijan sus dictámenes y se resuelva lo más conducente”.

La indigencia ciudadana se generaliza a toda la población. Incluso las tropas invasoras empiezan a darse “por vencidas” ante la falta de material para sobrevivir.

Alto cargo francés leyendo un bando a la ciudadanía.

Poco a poco, los franceses van a abandonando la ciudad, obligados también por los reveses guerreros. En este ambiente destacamos una curiosa nota que ha quedado reflejado en las actas. “Igualmente hizo presente el señor Corregidor que respecto a haberse hecho el descubrimiento del trigo de don Antonio Mañas, en virtud de delación que se le hizo y que solicitaba el delator la parte que por ella le correspondiese, se determinase por la Junta que lo juzgase conducentemente, y se acordó: que de las seis fanegas que se encontraron existentes, se le dé la mitad al respecto de doscientos cincuenta y cinco reales cada una que fue lo que se les prometió por la Comisión del Abasto del Pan”.

Típico guerrillero de la época de la Guerra de la Independencia Una de las más importantes medidas para intentar restablecer la situación fue la rehabilitación del Pósito, nombrando  para ello persona adecuada, quien manifiesta la desconfianza del pueblo a la entrega de granos y demás artículos en base a que no tenían los labradores garantizado el trigo para la sementera del año siguiente, por haberlo consumido tanto la tropa Nacional, como la del Ejercito Imperial francés. Se pone de manifiesto como estas peticiones habían sido en términos de tan prontitud, que no se les había garantizado la sembranza, y que las tropas habían echado mano a lo que tenían en sus casas, y particularmente de lo que tenían en los molinos de la Ribera, para evitar que entrasen los soldados en sus casas e hicieren otros males a la personas, que así lo habían prevenido los mismos Jefes Militares, que se debería de volver a la confianza en los Almacenes, para lo que se expedirían recibos que  saliesen de sus asientos y garantizasen los depósitos del grano entregado. Grabado en el que se representa el ataque de unos guerrilleros a las tropas francesas.
Los Corregidores hacen constar cómo en numerosas ocasiones, las exigencias de los Jefes del Ejército francés sobre suministros urgentes, iban acompañadas de amenazas e incluso palos y prisiones a sus personas si no las cumplían, y que estas ordenes habían causado muchos perjuicios al pueblo, siempre innecesarios, pero que los había soportado hasta llegar a  indigencia en que estaba esta ciudad.
Se procede entonces a ver quiénes se encuentran libres de impuestos, y deciden poner  una contribución a quienes aún no pagaban aún. Se imponen los siguientes impuestos: por una Posada Pública, 40 reales; por una posada  privada, 24 reales; por una Fonda, 35 reales; Hosterías o Bodegas, 24 reales; Almacén de vinos, 35 reales; Taberna, 24 reales; por una Venta, 20 reales. Puestas estas contribuciones en marcha, se observa que ni con estos nuevos recargos a la población se saldrá de la bancarrota, por lo que se procede a “la real Cobranza de las deudas de toda clase” aplicándose los apremios oportunos. Soldado utilizando una de las armas más mortíferas de aquellos principios de siglo XIX.
Sigue el verano y  el Subprefecto de la Junta de Beneficencia indica la necesidad de disponer de más de cuatro mil reales para atender al loable efecto de su instalación, y no habiéndolos en el Ayuntamiento, se acuerda que se proceda a repartir entre cien vecinos, los más a propósito, no solo la citada suma sino también hasta la de seis mil reales, cuyo exceso se considera bastante para habilitar al Comisionado para la liquidación de cuentas, y que este repartimiento se considere con la calidad de reintegro.

Cuando sale el ayuntamiento de este atolladero se encuentra con la Orden del Señor  Coronel Gobernador del Cuerpo de Observación por la que previene que “inmediatamente se pongan cien caballerías con cincuenta costales, bajo la pena de cien mil reales, la mitad pagada por la Municipalidad y la otra mitad por el pueblo, no obstante las disposiciones dictadas por el Señor Corregidor”.

El 14 de septiembre se tiene noticia de que el Excmo. Señor General Duque de Dalmacia pasaría por esta ciudad, por lo que se debe de amueblar la Casa Palacio para el Hospedaje de este Señor; se nombran unos Comisionados para ello y como no hay fondos, se acuerda que es indispensable acudir a los recibos de granos; y no habiendo caudal alguno de que valerse, se procedería a la Cobranza del Repartimiento Extraordinario correspondiente al presente mes “estrechando igualmente a los que se hallen en descubierto”.

Fernando VII, rey de España tras la guerra.

Acuciados por la falta de recursos, el 23 de septiembre de 1812 hay constancia de la salida del último contingente de tropa francesa de nuestra ciudad. Dos días después se hace presente el estado en que se encuentra este pueblo, con haberle desocupado las tropas imperiales y no haberse presentado tropa española que lo liberase de cualquier insulto que pueda hacérsele, o de alguna “Partida de ladrones” de los muchos que vagan por estos alrededores, y deseando la tranquilidad y seguridad de sus habitantes. Se acuerda: se forme una partida de  veinte o treinta vecinos honrados y armados que custodien esta ciudad y la liberen de cualquier daño que quiera hacerse, paseando de noche con auxilio de los Alcaldes de Barrio y otros vecinos, dividiéndose en Parroquias, y haciendo cabeza en alguna de ellas; y que se les unan personas con el máximo respeto, publicándose bando por el Señor Corregidor para que no se admita persona alguna forastera”.

Los franceses ya habían abandonado definitivamente nuestra ciudad, dejando la misma totalmente saqueada en sus bienes y riquezas, destruidos sus conventos, exiliados sus dirigentes, asesinados sus mejores hijos, de toda cuya crueldad sirva de ejemplo el memorial de Dª Ana Miranda, viuda de don Cándido Angulo, que dice así: “Memorial de doña Ana Miranda, de estado viuda, vecina de esta ciudad, al que acompañan dos certificaciones; la una del Señor Don Manuel Freyre, Teniente General de los Ejércitos Nacionales, y la otra del Coronel Don José Villalobos, por las que resulta que Don Cándido Angulo(hijo de Ana) fue uno de los principales confidentes que tuvieron los dichos Excmo. Sr. Teniente General y Sr. Coronel, comunicándoles noticias exactas de las fuerzas y movimientos y posiciones de los enemigos.

Con la celebración de las Cortes de Cádiz, que dieron lugar a la Constitución de 1812, comienza a caer el avance napoleónico. Los que habiéndose asegurado con unos papeles, lo pasaron por las armas, despedazándole su cuerpo y constando a este Ayuntamiento el acendrado patriotismo y loable conducta que observó Don Cándido Angulo, desde que ocuparon esta ciudad los franceses hasta su desgraciada muerte”. Otros muchos patriotas bastetanos pasaron a la Historia y a la Leyenda ciudadana, como éste que fue conocido como “El hijo de la Ana”.