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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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La placeta de San Sebastián

Artículo publicado originalmente en la sección "Rincones bastetanos" de la Revista "El Norte", correspondiente a la segunda quincena de junio de 2012. 


La calle san Sebastián, que se inicia en la placeta de la Merced y que llega hasta la ermita de san Sebastián, y que en uno de sus laterales tuvo durante muchos años el viejo cementerio cristiano de la ciudad, era lugar de tránsito obligado. Primero hacia el camposanto, situado al final de la calle y, posteriormente, al crearse el actual cementerio, por ser el trayecto de acompañamiento a los cadáveres hasta la ermita, que era donde se despedían los duelos.
Desde la plaza de la Merced hasta la de san Sebastián, situada justo en la mitad de esta larga y estrecha calle, existió otra placeta llamada «de la Cruz Baja», que desapareció totalmente al hacer la avenida de los Reyes Católicos y fraccionarse así la calle san Sebastián en dos mitades. En esa placeta de la Cruz Baja tenía lugar una de las ceremonias antiguas en las que se diferenciaban por su posición económica hasta a los difuntos. Recuerdan los más ancianos de esta zona que, si el entierro era de tercera clase, el difunto de despedía en la misma puerta de la iglesia. Si el entierro era de segunda categoría, la parroquia, sacerdote, sacristán y monaguillos acompañaban y despedían al finado en esta placeta de la Cruz Baja. Y si era de primera categoría, todos, iglesia, familiares y amigos, acompañaban al difunto hasta la misma ermita de san Sebastián. Curiosa clasificación en la que también intervenían distintos tipos de trajes, capas, cirios, incensiarios y rezos.
No obstante, también tuvo durante su existencia bastantes días alegres la desaparecida placeta de la Cruz Baja. Servía de centro vecinal y en las fiestas del Día de la Cruz se adornaba la misma y los vecinos aportaban sus mejores macetas, perolas de cobre y mantones de Manila. Era todo un centro de reunión ciudadana.

La estrechez de la calle san Sebastián fue uno de los argumentos que esgrimió el Ayuntamiento para que la ciudad no pudiera adquirir un «elegante y solemne carruaje mortuorio» para el traslado de los difuntos desde «sus casas o parroquias hasta el cementerio recién inaugurado», según una nota del año 1898. Argumento muy lógico si recorremos esta calle incluso hoy día.

Dentro de poco nadie recordará las despedidas que en esta placeta se daban a los seres queridos y en las que sus familiares próximos recibían el pésame de amigos y conocidos. Un rincón bastetano del que sólo nos queda el nombre, una vieja ermita y el recuerdo de su uso en tiempos pasados.