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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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Antonio Pérez Martínez

Artículo publicado originalmente en la sección "Semblanzas Bastetanas" de la Revista "El Norte", correspondiente a la primera quincena de diciembre de 2012.


Cuando Antonio Pérez Martínez llega a este mundo, en su familia ya habían recibido a otros hermanos: Ramona, Piedad, Rosa, Encarna, José y Carmen, de forma que nuestro protagonista es el séptimo hijo del matrimonio formado por Andrés Pérez Cañadas y Joaquina Martínez Lizarte. Después de él vendría otro hermano más, Andrés. «Mi padre», dice con orgullo Antonio, «fue un adelantado a su tiempo; hijo de herrero, pronto aprendió mecánica aplicándola a las labores más sencillas, como sacar agua de un pozo mediante una torreta con aspas, o ampliar trillos y vertederas, con los que podía a la vez ahondar más y remover la tierra. Era un verdadero «manitas», que lo mismo reparaba un reloj como una máquina de coser o una máquina registradora de época, cualquier mecanismo era fácilmente descifrado y arreglado en su avería. Incluso otras veces lo mejoraba con sus aportaciones».

«Se instaló en Baza montando un taller de mecánica en el que se reparada todo tipo de maquinaria. Compró un camión Mercedes, uno de los primeros motores diesel que llegaron a España, y cuando estalló la Guerra Civil fueron requisados tanto su taller como su camión, y puestos al servicio de la República. No obstante, él siguió trabajando en el mismo taller, lo que le ocasionó tres años en una cárcel de Burgos. De regreso a Baza, solo le quedaba alguna que otra herramienta y varios motores de lo que había sido un gran taller. Pero rehízo su vida, mejor dicho, nuestra vida, pues yo había nacido el 18 de noviembre de 1935, viviendo ya toda la familia en Baza».

El padre de Antonio entre un grupo de compañeros. Antonio (primero por la derecha abajo) con sus amigos de juventud Tarjeta de identidad de Antonio Pérez como miembro de la Escuela Taller de Baza.

«Con mis padres éramos diez bocas en la casa. Teníamos la ayuda de los familiares que vivían en el campo y nada más. Luego vino una mala época, mucha hambre. Llegó mi padre ya en libertad y con ideas y ganas de trabajar; reparaba motores y otros accesorios de los coches de la empresa Maestra. Compró un viejo coche y cuando estaba transformándolo en una camioneta le dio un ataque de apendicitis; fue mal diagnosticado y falleció en pocos días. De mi padre siempre digo que aparte de la vida he recibido los genes de trabajo e inventiva que a él le caracterizaron».

«Antes de la guerra, mis padres vivieron en una casa alquilada en la calle del Agua, en el número 11. Cuando se llevaron preso a mi padre, mi madre no pudo seguir pagando el alquiler y la desahuciaron de la casa. Todos a la calle. Gracias a la familia Sepúlveda mi madre nos llevó a vivir a una casa en la calle Alamillos, número 14. A la vez tenía trabajo allí mismo, pues limpiaba las escuelas de niñas que había en esa casa. Eran las de las maestras doña Áurea y doña Juanita Ortega. Años después, a mi madre le cedieron una casa en la Barriada de Santa Adela; eran de Protección Oficial y llegó a ser de nuestra propiedad. En ella vive hoy mi hermana Rosa. También mi madre tuvo durante un tiempo una pequeña taberna, en los bajos de lo que era la Pensión Bastetana, en la placeta de Serrano. Éramos muchos hijos y ella una gran madre y muy trabajadora. Cuando se vino aquí, a Barcelona, vivió siempre junto a mi hermano menor y la hemos tenido como una reina».

Profesores y alumnos de la Escuela Taller en la que se formó Antonio Pérez Talleres de Joaquín Escuer, donde durante tantos años estuvo trabajando Antonio Tarjeta comercial de los talleres de Joaquín Escuer

«Yo tenía doce años cuando ingresé en la recién fundada Obra Sindical de Formación Profesional «Taller Escuela de Baza». Pero antes había estado en la Escuela Primaria de don Amador Bordajandi, en la misma calle Alamillos. Me enseñó más que a un bachiller de hoy en día. Aprendí todas las regiones de España, provincias y capitales, flora, fauna, ríos, montañas, recursos naturales, folclore e historia, ríos, cabos, golfos y una caligrafía que me ha acompañado toda mi vida. La Escuela Taller era una escuela modelo. Por la mañana hacíamos la teórica y por las tardes las prácticas. Aprendíamos forja, soldadura, mecánica, torno, fresa, ajuste, carpintería, ebanistería, dibujo lineal,  conocimiento de materiales, aleaciones... En la Escuela, los aprendices cobrábamos una paga de cincuenta pesetas al mes y periódicamente había competiciones por secciones, en las que el ganador recibía una «beca» que eran 500 pesetas. Yo por suerte siempre le llevaba una a mi madre, lo necesitábamos en mi familia y me esforzaba en aprender y trabajar».

«Éramos todos los aprendices muy buenos amigos, aunque luego competíamos en las pruebas. Han transcurrido años y recuerdo entre otros a Pepe Caparrós, Emilio Langa, José Matamoros, Pepe Sorroche, Manuel Fernández y otros muchos, tanto de mi curso como de los cursos que siguieron. Todos grandes estudiantes y todos con un gran futuro cuyas puertas nos abrió la Escuela Sindical de Formación Profesional de Baza. Recuerdo una pequeña anécdota de aquellos años: hicimos un pequeño telar en miniatura, copiado de los de la fábrica de los González y en el mismo fabricamos metros y metros de la bandera de España».

«Como toda la juventud de estos años fui afiliado al Frente de Juventudes. En la Escuela hicieron una centuria que se llamó «San Juan Bosco», el patrón de los trabajadores; llegué a ser Jefe de la Centuria, asistiendo con ella a una concentración falangista en Madrid».

«Cuando terminé mi periodo de aprendizaje ,con tan solo 16 años, ya tenía en mi poder los títulos de Maestro Forjador, Maestro Soldador, Maestro de Mecánica General y de Maestría Industrial».

«En Baza no había trabajo. Como tantos paisanos, me vine a Barcelona y un familiar me lo proporcionó en un taller donde él trabajaba. El taller se dedicaba a la reparación de camiones de gran tonelaje. En la nave del taller, cada uno trabajaba en una máquina y hacía una sola labor: el tornero en el torno, el fresador en la fresa... pero yo tenía mucha más capacitación, era más polivalente, conocía más de todo, era como el «comodín de la baraja» y así lo entendió pronto mi jefe que pasó a tenerme una gran estima. Aquí, modestia aparte, he resuelto muchos problemas técnicos en los vehículos, como el que tenían con el freno de varillas que dependía en la frenada de la potencia del pie del conductor.

Su esposa, Francisca Martínez Reyes, sobre su caballo En estas imagen, en el día de la boda
Un día, reparando un viejo y enorme camión Lancia, creo que procedía de la guerra de Abisinia, vi su sistema de frenado; tenía en la parte trasera un depósito del que salía un vástago que, al hacer el vacío en el depósito con un depresor, hacía frenar el vehículo. Esto me hizo pensar que si se ponía una membrana en cada rueda con un eje y una leva, un depósito de aire y un compresor, podría frenar bien.
Gracias a su trabajo, Antonio ha tenido oportunidad de viajar por numerosos países. Este es uno de ellos Antonio bromea con el dueño de la empresa Tradisa a la que tanto esfuerzo ha dedicado Le expuse mi idea al jefe y dueño del taller, el señor Joaquín Escuer Alins, y nos pusimos manos a la obra. Hicimos la modificación proyectada en una camioneta Mercedes de tres ejes, proveniente de la Segunda Guerra Mundial. Tras probarla se hizo una exhibición del invento por toda España. Empezaron a llegar al taller vehículos y vehículos a que se les instalase estos llamados «frenos de aire». En el taller se llegó a trabajar incluso los domingos. Otro de los problemas que resolví en estos días fue el del «freno de mano», es largo de explicar, pero le encontré solución y nos amplió el ya enorme trabajo del taller. Colaboré con el ingeniero de la casa Pegaso en la solución del problema del desgaste de ruedas. Atiné con la solución.
En el taller del Sr. Escuer, ya muy ampliado, se hicieron los cien primeros camiones de tres ejes de la Pegaso. La casa Coca-Cola nos encargó hacer el estudio para una mejor carga en los camiones de reparto y les diseñé una estructura con la que doblaban su capacidad de carga. A petición de un cliente hice el volquete que podía bascular en tres posiciones. Fue posible y se realizó poniendo un pistón telescópico central y unas argollas a los laterales, a los cuales solo se dejaban fijas las del lado al cual se quería bascular. He de aclarar que me llovían ofertas de trabajo muy bien retribuidas, pero yo encontré desde el primer día un gran apoyo en mi jefe, el señor Joaquín Escuer, dueño de los talleres de reparación, y personalmente le estaba agradecido, ya que con motivo de una operación urgente a mi esposa, él me facilitó el importe de la misma y nunca aceptó que le devolviera este dinero. Tras este gesto me juré que no lo dejaría colgado. Pero la empresa Escuer quiso seguir creciendo con la reparación de las grúas móviles de pluma hidráulica. Era la época de la construcción. Se decidió dejar el taller solo para la reparación de grúas. Y no era lo mío, lo mío era la automoción. Entonces me llegó la oferta de los talleres de TRADISA.
Una imagen de la empresa que le acogió y de la que se ha jubilado, Tradisa. Como él mismo nos cuenta en este artículo, la empresa Tradisa ha evolucionado notablemente. Vemos esa evolución en los vehículos utilizados.
Se me ofrecía el 40% del taller. Con todos los documentos preparados a falta de mi firma se los presenté al Sr. Escuer. Le dije que si no le parecía bien que él mismo los rompiese. Cuando los leyó, me dijo que él no quería aumentar el taller, ya que le iba bien el negocio de las grúas, que aceptase la oferta y, si no me iba bien, que volviese que allí encontraría lo que dejaba. Yo sabía que no volvería jamás, pues jamás volvería como fracasado».
Diferentes diplomas que confirman la excelente formación de nuestro protagonista. Diferentes diplomas que confirman la excelente formación de nuestro protagonista. Diferentes diplomas que confirman la excelente formación de nuestro protagonista.
 
Su familia: tres de sus hermanas,  Ramona, Carmela y Rosa Con sus hijas, nietos, esposa y yerno Con sus hermanos.
«El primer día en la junta con el Consejo de Administración de TRADISA se me dijo textualmente: «hasta ahora tu empujabas un 600. Ahora empujarás un tráiler». No se equivocaban, el taller tenía 100 operarios entre mecánicos, herreros, soldadores, carpinteros, torneros, pintores... cada uno iba por su lado. Aquello era una gran Torre de Babel. Todos me miraban de reojo. Era un bicho raro, era un jefe que iba con mono de trabajo en vez de bata blanca y corbata. Pronto llegaron a comprenderlo. Yo era un jefe que sabía lo que pedía y lo que se hacía por cada uno. Pronto los organicé por grupos y puse a un responsable al frente de cada equipo. El rendimiento empezó a ser patente en los talleres. Mejoré el funcionamiento de la llamada «Oficina técnica» en la que se hacían las fichas del trabajo a realizar e introduje el sistema de horas ahorradas, que repercutían en el sueldo de los trabajadores que las percibían como un sobresueldo. Claro está que todo este trabajo repercutía en mi vida familiar, a la que le restaba horas y horas invertidas en la empresa».

«Pronto me gané el respeto de todos, pero, como digo, sacrificando mi vida con los míos».

«He querido compensarles jubilándome a los 66 años. Estoy casado con Francisca Martínez Reyes, catalana, hija de padre salmantino y madre granadina. Tenemos tres maravillosas hijas: Sonia, Olga y Yolanda, que de momento han alegrado nuestra jubilación con cinco nietos: Raúl, Esther y Víctor, por parte de Sonia; Elsa, por parte de Yolanda y Emma, por parte de Olga. Ninguno de mis nietos varones ha querido seguir mis pasos en cuanto al oficio».

«Al principio cité al menor de mis hermanos, Andrés; se vino y se inició en el oficio conmigo. Después puso un taller por su cuenta y ha hecho grandes cosas aquí en Barcelona, sobre todo en el Puerto. Esa es otra gran vida de un bastetano».

Con su hermano Andrés

«Nunca quise ni tuve tiempo de entrar en política. Pero ahora que algún descerebrado en Cataluña pide la independencia porque dicen que dan más de lo que reciben yo hago esta reflexión: mi formación se me dio en Andalucía y por lo tanto esa fue la comunidad que pagó por mí. Sin embargo, el fruto de esa formación la he dejado en Cataluña. Y como yo miles de personas que vinieron del resto de España. Así que me lo expliquen. Espero que el que haya tenido la paciencia de leer este relato se sienta orgulloso de su  paisano, así como yo me siento orgulloso de ser BASTETANO».