ÚLTIMA PÁGINA

Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

Para remitir sus comentarios, clique AQUÍ

Francisco Almirante Maldonado, “Paco Guillén”

Artículo publicado originalmente en la sección "Semblanzas bastetanas" de la Revista "El Norte", correspondiente a la segunda quincena de diciembre de 2012 

Francisco Almirante Maldonado

Aún cuando nace en la calle Luís García, en el año 1933, sus primeros recuerdos son de la placeta de la Cava Alta; allí dio sus primeros pasos después de que sus padres se hubieran ido a vivir a la cercana calle Tras Grisolías. Francisco es el quinto hijo del matrimonio formado por José Almirante Ferrer y Carmen Maldonado Corral; antes habían nacido sus hermanos Josefa, Manolo, Mari y Emilio. Y después de él llegarían a la familia Trini y Serafín. Mientras que su padre se ganaba la vida como recovero, su madre se dedicaba a la venta de fruta ante la plaza de abastos.
Tradicional imagen de la familia de Francisco Almirante. En la estación de tren de Baza esperando uno de sus viajes Francisco Almirante junto a su esposa, Juana Martínez Martínez, en una celebración.
Desde muy pequeño, Paco, como siempre se ha conocido a Francisco Almirante, aprendió las primeras letras en una escuela privada, la de Anita Tello, una maestra que impartía enseñanza en la placeta de San Juan. A edad temprana ya conocía las cuatro reglas en las matemáticas y conocimientos generales.
Carmen Maldonado, madre de nuestro protagonista En casa eran muchos y en aquellos años cuarenta, los de más hambre y necesidad en la historia reciente de España, había que aportar algo a la familia, o al menos no ser una carga. Paco lo comprendió bien pronto. En su intento por ayudar en casa, subía a la estación de tren para ver si podía ganar algo bajando bultos o maletas de los viajeros; observó entonces que lo que éstos requerían al detenerse en el andén era beber agua. Se hizo de un botijo, esperaba la llegada del tren y ofrecía a los viajeros «agua fresca» a cambio de la voluntad, esto es, según el trago, cinco o diez céntimos. Ese fue su primer negocio; desde los diez hasta los dieciséis años hizo el trayecto Baza-Zurgena ofreciendo agua fresca de Baza por todos los vagones. Eso sí, siempre pendiente de los revisores y alguna que otra vez abonando el billete, que se llevaba de un plumazo las ganancias. No obstante, reconoce que hizo un dinerillo y que con él tenía para sus gastos. Ya no era una carga familiar gracia a su oficio de aguador en el tren correo.
Sus ratos libres los alternaba jugando con sus amigos en la placeta de la Cava Alta; recuerda a Cañadas, a Pepe «el pintor», a los Mirillas, hijos del carpintero que luego se fue a Madrid, a Adolfo Gutiérrez, con el que subía a ver los «nidos» en los que estuvieron las ametralladoras durante la Guerra Civil en el tejado de la espartera, los juegos de pelota con los Montoro, Chacón, Navarrete y Nicolás Sánchez, y los hermanos Requena, Amador y Emilio, Antonio Gómez e incluso el autor de este artículo. Es difícil olvidar aquellas aventuras al penetrar en los laberintos de las galerías bajo la Alcazaba, las tardes al sol haciendo «malenas» en la acera de la casa de «Pepico»; aquellos juegos, según la época del año: el salto de la cabra, las bolas, las trompas y aquel «día de los finaos, las trompas y las bolas a los tejaos». Todo son gratos recuerdos en su vida. Por mi parte, uno de aquellos recuerdos más señalados sucedió cuando íbamos a la Huerta del «Palodú», en Santa Rita, a comprar esa jugosa raíz; Paco compraba varias y luego las revendía en un banco de la Alameda… siempre metido en el negocio desde la infancia. Y es que hay muchas anécdotas que le caracterizan como un negociante nato.
Por mediación de su hermano Manolo logró tener un trabajo en la fábrica del hielo, que entonces estaba en la calle Perona. Tenía dieciséis años; entró en el turno de noche y allí estuvo, como fijo, hasta que fue llamado al servicio militar. Era 1954. Fue destinado a Pamplona y en el tren que lo llevó hasta Vitoria ya ganó quinientas pesetas; había salido de Baza con un botijo de agua fresca y lo rellenaba en el trayecto con agua de la máquina. Pasó tres meses en el campamento «El Carrascal», donde siguió con lo que ya entonces se conocía como «trapicheo». Algunos miembros de la familia de Francisco Almirante, especialmente algunos de sus hijos, también muy conocidos en la ciudad.
Paco disponía de todo: plumas estilográficas, tabaco, gasolina, piedras para los mecheros, puritos, relojes… y lo que no tenía, lo gestionaba rápidamente. «Donde más ganancias tenía era en la cartas del soldado para sus padres o para sus novias. Era un negocio redondo. Las compraba por cientos en una imprenta y solo tenía que poner el nombre para quien iba en el sobre; el soldado le echaba un garabato y le ponía el sello. Vendí miles de cartas impresas». «Otro de los buenos negocios que tuvo en la época de la mili fue el de la venta de sortijas de plata con la foto de la novia; me costaba hacerlas tres duros en Reinosa, en una casa especializada, y las vendía a siete duros.
En esta foto se comprende por qué le llamaban en la mili «El Corte Inglés». Algunos miembros de la familia de Francisco Almirante, especialmente algunos de sus hijos, también muy conocidos en la ciudad. Algunos miembros de la familia de Francisco Almirante, especialmente algunos de sus hijos, también muy conocidos en la ciudad. Unos me llamaban «El corte inglés» y otros «El gasolina», porque siempre tenía el bote preparado para recargar los mecheros». «Cuando me licenciaron puedo decir que casi lo sentí, pues tuve unas buenas ganancias; regresé a Baza con dinero en el bolsillo y con muchas ideas de negocio en la cabeza».

«Ya en Baza, seguí en mi puesto de trabajo en la fábrica del hielo, que la habían trasladado a la calle Tras Tercia, en el turno de día. Pero yo no me resignaba a un trabajo y un sueldo fijo. Además, fue en estas fechas cuando me casé con mi novia de toda la vida, Juana Martínez Martínez». «Propuse a mi hermano Emilio seguir con el negocio que habían tenido siempre nuestro padres, la venta de frutas y verduras en la plaza de abastos, es decir, en la puerta del recinto, en la calle Zapatería, ya que antes no había puestos de frutas en el interior».

«Para ampliar el negocio, compramos un motocarro y empezamos la venta ambulante. Nos fue bien y durante más de seis años tuvimos esta actividad en venta de frutas y verduras los dos hermanos juntos. Después me instalé por mi cuenta en unos bajos, en la calle Zapatería, en la casa que hay junto al torreón. Trabajaba mucho y tenía la gran ayuda de mi mujer, Juana, que nunca se ha quejado del trabajo. Ya correteaban por mi casa mis primeros hijos, Mari y Paco. Después vinieron Ramón, Manolo y Raquel. En el año 1963 compré una camioneta para ir a los mercados de frutas de Murcia y Almería; la camioneta era un antiguo coche de turismo marca Buik, al que le había adaptado una carrocería. En las lonjas empecé a hacerme conocido como «Frutas Almirante». Hacía kilómetros y kilómetros cada semana; instalaba puestos en los mercados de Albox, Guadix, Pozo Alcón y Zújar. Siempre con la ayuda de mi mujer y de mi hija mayor en Baza y de mis hijos, que me acompañaban en los desplazamientos fuera. Todo quedaba en casa». «La furgoneta se estaba quedando chica para el volumen de negocio que ya teníamos y compré entonces un camión Avia 2.000. Me fue bastante bien durante unos años; pero el negocio pedía más volumen y entonces adquirí el modelo 5.000 de la misma marca. Finalmente ha sido el modelo para 6.000 kilos con el que decidí retirarme».

La ubicación de los negocios de Francisco Almirante y su especial atención a los clientes han convertido sus establecimientos en lugares tradicionales de Baza. A la izquierda y centro vemos la frutería de la calle Zapatería y a la derecha, la ferretería. La ubicación de los negocios de Francisco Almirante y su especial atención a los clientes han convertido sus establecimientos en lugares tradicionales de Baza. A la izquierda y centro vemos la frutería de la calle Zapatería y a la derecha, la ferretería. La ubicación de los negocios de Francisco Almirante y su especial atención a los clientes han convertido sus establecimientos en lugares tradicionales de Baza. A la izquierda y centro vemos la frutería de la calle Zapatería y a la derecha, la ferretería.
«No me encontraba bien de salud; me alejé de la frutería. Pero no podía estar ocioso. Entonces monté un negocio totalmente desconocido para mí: una ferretería en la calle Puerta de Lorca, a la que puse el nombre de «Ferretería Guillén», pues así es conocida toda mi familia en Baza».
«Esta actividad era totalmente distinta a la de antes; en mi trabajo anterior he tenido que tirar miles de kilos de mercancía deteriorada, pero en este caso la mercancía no se deteriora ni por el calor ni por el tiempo… un martillo y una púa siempre son un martillo y una púa por mucho años que pasen. Eso es lo que me decidió por la actividad ferretera». «La he regentado con ayuda de mi hija Mari, pues a mi hijo Manolo y a mi hija Raquel he podido darles la oportunidad de estudiar. Manolo hizo Derecho y trabaja en el juzgado y mi hija Raquel, que siguió la misma carrera, está trabajando en Granada en la Cadena Ser». Con dos hermanos: Serafín y Emilio.
«Me retiré definitivamente dejando el negocio de frutería y el camión Avia a mis hijos Paco y Ramón. Luego estos se separaron, quedando Ramón con la frutería en la calle Zapatería y Paco se estableció aparte montando el negocio «Brico Baza» en la calle Cádiz. El establecimiento «Ferretería Guillén» se lo dejé a mis hijos Mari y Manolo; luego estos se separaron instalando cada uno de ellos una ferretería, Mari en la prolongación de Corredera, y Manolo en la calle Sierra Morena».
Con su mujer Con su hermano Serafín y a la esposa de éste durante uno de los muchos viajes realizados He aquí como dejamos reflejada, a grandes rasgos, la vida de Francisco Almirante Maldonado, «Paco Guillén» para los amigos que hemos jugado con él en la placeta de la Cava Alta, persona que nunca pierde el sentido del humor, que cuenta cientos de anécdotas de nuestros tiempos y al que deseamos una larga y feliz vida.
«Ahora», nos aclara, «puede decir que estoy casi mejor; gozo de una tranquila jubilación junto a mi esposa Juana, tengo el cariño de mis cinco hijos y hasta hoy doce nietos. Puedo decir también que en mi vida he procurado inculcar a mis hijos el amor al trabajo y que aunque los he dejado mejor situados que mis padres me dejaron a mí, eso no les ha hecho olvidar quienes son ni de dónde proceden, de una familia trabajadora». Francisco con todos sus hermanos, nada menos que seis.

¿Por qué «Guillén»?
El que a todos los hermanos se nos conozca y nos llamen como «guillenes» es una antigua historia. Viene de nuestra abuela, Joaquina Almirante Ferrer, una guapa y trabajadora joven que se puso a servir como doncella en la casa de un influyente y rico hombre de esta ciudad, don Emilio Guillén, que fue Juez de Baza durante muchos años. Era propietario de muchas tierras y cortijos en el Campo de Baza. Vivía en la Cava Alta, en la que fue la casa de las Escuelas Graduadas. El caso es que mi abuela quedó embarazada y don Emilio quería casarse con ella. Pero en aquellos tiempos estaba muy presente la diferencia de clases… mi abuela dio a luz a mi padre y le puso el nombre de José con sus dos apellidos correspondientes Almirante Ferrer, puesto que lo inscribía como madre soltera. Pasados unos años, don Emilio quiso dar su apellido a su hijo y no encontró otra forma que reconocerlo como hijo legítimo y darle, por tanto, su apellido «Guillén». Pero ni mi abuela ni mi padre aceptaron nunca nada de este hombre. No obstante, todo el pueblo de Baza conocía la historia y por eso a nosotros nos decían «los Guillenes». Esta es la historia de por qué me conocen muchos bastetanos como Paco «Guillén».