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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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Un mes para la historia

Artículo publicado originalmente en la Revista "El Norte", correspondiente a la segunda quincena de junio de 2014


¿Cómo ha vivido Baza los cambios en la monarquía? ¿y los cambios de régimen?

El mes de junio de este año 2014 se ha convertido en una fecha histórica. En él se ha puesto fin al reinado de Juan Carlos I y se ha iniciado el de Felipe VI. Los días 18 y 19 de junio son dos fechas para la historia de unos reyes de la dinastía Borbón, claves en la vida de España.

Esos días los españoles hemos vivido una abdicación, algo poco frecuente. Aunque en realidad se trata de una decisión personal, en el caso de nuestro país contiene una diferencia importante. Y es que España es una Monarquía Constitucional, por lo que la abdicación supone, únicamente, la renuncia por parte de Juan Carlos I a ser la cabeza visible del Estado. El hasta ahora regente ha renunciado a lo que había jurado ser en el año 1978, antes las Cortes Generales, en cumplimiento del artículo 53.7 de la Constitución aprobada por referéndum con los votos de la inmensa mayoría de los españoles; «corresponde a las Cortes Generales decidir quién debe ocupar el trono en la forma que más convenga a los intereses de España y regular los derechos sucesorios», dice la norma. Y así se hizo aquel mismo año, regulando el derecho sucesorio en la figura de su hijo, Felipe, como príncipe heredero. En definitiva, no ha habido estos días ningún acto «libre», sino que todo ha estado regulado por la Constitución; nada ha sido improvisado, todo estaba regulado. Más cierta que nunca resulta esa frase de que en un país que se ha dado una Constitución, aunque el Rey sea su figura más visible, «el rey reina, pero no gobierna». Porque su actividad se encuentra sometida por completo. Son los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial quienes formulan, aplican y dictaminan las leyes, aunque para entrar en vigor han de ser refrendadas, obligatoriamente, por el Rey, que no interviene ni en su formulación ni en su aprobación en el trámite parlamentario.

En la Constitución Española de 1978, el Rey únicamente es el responsable de las Fuerzas Armadas, si bien está sujeto a derechos y obligaciones que le son reguladas por el propio texto constitucional en los arts. 56 al 65. Su papel queda pues delimitado a ser la cabeza visible del país, simboliza la unidad del mismo, y por tanto, como referíamos al principio, la abdicación de Juan Carlos I, anunciada el pasado día 2 de Junio, significaba en sí que renunciaba a ser la cabeza visible de España, y que de conformidad con la Ley de sucesión monárquica, y la propia Constitución Española, cedía estos derechos a su hijo Felipe.

Aunque la comunicación de abdicación debía ser aprobada por las mismas Cortes Generales que le nombraron, que fue la ceremonia solemne de la tarde del día 18. Por fin el día 19, esas mismas Cortes, reunidas y convocadas para este fin, nombraban al nuevo rey en la persona de Felipe VI. Investido legítimamente de su cargo, se presentaba al país con un amplio discurso en el que ha manifestado todo cuanto desea poder realizar para la mejora de las circunstancias sociales y territoriales de la España actual. Emotivas y brillantes ceremonias que dentro de su austeridad han dado a España, y al mundo entero la grandeza de una Monarquía Constitucional en el mundo actual.

Históricamente, los libros de actas de este Ayuntamiento han recogido momentos similares en la Historia de España y su celebración en nuestra ciudad. En el año 1555 queda reflejado cómo se conoció la abdicación de Carlos I de España y V de Alemania en su hijo Felipe II, y cómo para festejar la coronación de Felipe II se celebraron fastuosas fiestas con desfiles a caballo, presentación del estandarte Real; se montó un gran escenario en la Plaza Mayor en el que el Alcalde de la ciudad entregó a Don Enrique Enríquez  de Guzmán, alcaide de la Alcazaba, el estandarte Real, y que éste, ante el pueblo y nobleza que rodea el tablado, lo alza en sus manos diciendo «Baza-Baza-Baza y luego Castilla, Castilla, Castilla, por el Rey Felipe II nuestro señor, ondeando numerosas veces el estandarte entre las aclamaciones de los asistentes, quienes forman una procesión cívica, recorriendo la población y parándose en las plazas principales de la misma, y tremolando en ellas el estandarte Real, dirigiéndose posteriormente a la Alcazaba e instalando el mismo en sus almenas ante las aclamaciones del pueblo.

Nos dejan igualmente constancia las actas de que este acto o escenificación grandiosa lo fue con arreglo a un protocolo y que en el mismo no faltaron los tiros de artillería, arcabuceros, cohetería y música, con lo que se celebró el inicio del reinado de Felipe II en esta ciudad.

Tras la muerte de Carlos II (ese Rey que estuvo tan ligado a Baza y a la Virgen de la Piedad) se produce una división en las preferencias dinásticas para suceder el Trono de España, entre quienes desean continuar con la rama de los Austrias y los que prefieren una nueva dinastía encarnada en Felipe V de Borbón. Baza se decanta por los Borbones y así un acta del día 17 de enero del año 1701 dice: «Se encendieron en la noche bastetana grandes luminarias a la vez que sonaban todas las campanas de las iglesias y conventos; desde la Alcazaba se lanzaban disparos de artillería y salvas de la milicia. En la fachada del Ayuntamiento se había instalado un riquísimo dosel con un cuadro retrato del nuevo Rey, Felipe V, y se dieron las voces de rigor, Castilla, Castilla, Castilla,  Baza, Baza, Baza, por el Rey don Felipe V, nuestro señor que Dios guarde muchos años. Refleja el acta la formación de un desfile cívico que recorre la ciudad, parando en sus principales plazas para vitorear al nuevo Rey y que llegados a la de Santo Domingo, ante un grandioso tablado, se coloca el cuadro del nuevo Rey y se dice una solemne misa de Acción de Gracias».

Hay que dar un gran salto en la historia local para encontrar referencias a actos similares de proclamación o jura de Constitución. Es en el año 1845 en el que consta en varias actas como esta ciudad realiza fiestas durante toda una semana para celebrar el Juramento de Fidelidad a la Constitución por parte de la llamada «Reina Niña», Isabel II de Borbón. Otra referencia se hace a la renuncia de Amadeo I de Saboya a sus funciones como Rey de España, así como la renuncia de todos sus derechos dinásticos de sus descendientes al trono español, y la proclama ción de la República como modelo de Estado (1ª Republica en 1873).

Aún cuando no hay más actas que hagan referencia a estos actos, conocemos por la historia reciente como en el año 1977 Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona, hace renuncia a sus derechos dinásticos a favor de su hijo, quien con el nombre de Juan Carlos I ha reinado hasta el pasado día 18 de junio, en el que abdicó y fue declarado sucesor su hijo Felipe VI, quien jura la Constitución y es proclamado Rey el día 19.

Estos  acontecimientos históricos de los que estamos siendo testigos por los medios audiovisuales  modernos, también nos han dejado antes, durante y después, manifestaciones en distintas poblaciones españolas sobre un modelo u otro de estado. Partiendo de la premisa general de que los poderes del pueblo español residen en las Cortes Generales, éstas han de determinar la persona que encarne la Jefatura de Estado: si es un civil, República; si es un miembro de la realeza, Monarquía. Y así lo han hecho en dos ocasiones y de ello hay constancia en las actas municipales de esta ciudad en los periodos de régimen republicano. Sin embargo, las propias actas de estos momentos de cambio de régimen nada bueno nos dejan como constancia en estos dos cambios sufridos. Así, en el año 1873 hay un acta que dice que «se recojan todos los bustos, retratos, cuadros, oleos, estandartes, banderas, sellos escribanías, carteras, grabados, y demás símbolos que recuerden a la monarquía en este Ayuntamiento, y se guarden y custodien por ser bienes municipales de valioso valor para la historia local». Entre estos objetos que recordaban a la monarquía debían de estar los cuadros al óleo de Fernando VII, o de Isabel II, escribanías con emblemas reales, etc., que un periódico de Granada, del año 1878, dice en un suelto «en una tienda de anticuario de la calle Elvira de esta ciudad se venden objetos valiosos del Ayuntamiento de Baza, al que se ha advertido de este expolio de su patrimonio». Hay también actas de los años 1931,32, 33,34 y 35, en las que se deja de manifiesto la clara inoperancia de un régimen ante los desmanes de aquellos que agrupados en comités locales usurparon el poder municipal y cometieron toda clase de desmanes y tropelías en la ciudad ante la indiferencia o impotencia manifiesta de las autoridades (asesinato de civiles, clérigos, expropiaciones de edificios, comercios, industrias, fincas, quema de documentos registrales, robos, incendios de cosechas y desrevolución el cambio que desea el pueblo. La inquina religiosa y el ataque a los católicos quedan reflejados en las actas municipales en episodios del año 1931 y 1932. Por ejemplo la denuncia formulada por un partido de izquierdas contra el Alcalde Republicano don José Funes, por permitir la celebración de la procesión del Corpus del año 1931, y no la manifestación de este partido ese mismo jueves, y por las mismas calles y horario. Expone el Alcalde como la Iglesia Católica, en virtud de la normativa, había pedido el permiso para celebrar el desfile procesional ocho días antes, habiéndosele concedido y como el partido político tan solo horas antes del jueves había solicitado celebrar la manifestación por idénticas calles y horario del ya concedido. Dicen las actas cómo el Alcalde republicano fue destituido por el Gobernador Civil, que era del mismo partido político que el reclamante de Baza y como al ser posteriormente rehabilitado, el señor alcalde en un gesto de coherencia con sus ideales, renunció a la Alcaldía. Es muy curioso observar las quejas en los partidos de izquierda, cuando se les deniegan manifestaciones en los mismos días lugares y horas de otras convocatorias ya autorizadas. Como en el caso de Baza, se hacen pasar por víctimas cuando son provocadores. Piden la llegada de la República y esconden el ideal revolucionario que aplicarán.

No obstante ello, es legítima toda discrepancia sobre el modelo de estado, pero no intentar abrir en estos momentos de estabilidad democrática un debate que dura ya en España dos siglos. El oportunismo político no beneficia en nada a un país que aún no ha salido de una grave crisis económica.

Y, como siempre, a la historia me remito. Demos un tiempo de gracia al nuevo Rey Felipe VI y esperamos que de su preparación para el desempeño de este cargo el pueblo español saque provecho y beneficio tanto por el bien de la institución como por el del pueblo que representa.