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Una sección de Sebastián Manuel Gallego Morales

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Tiempo de caza

Artículo publicado originalmente en sección “Temas para la tertulia”, de la Revista "El Norte", correspondiente al mes de diciembre de 2014. 


No podíamos pasar por alto, en estos días de otoño-invierno que estamos pasando, un asunto tan arraigado, con tanta tradición, con tantos adeptos y con tantas variantes como es la caza en nuestras propuestas para la tertulia. Se ha abierto la veda tanto para la caza mayor como para la caza menor. Precisamente esta última, en lo que tiene que ver con la perdiz, es la que más adeptos tiene en nuestra ciudad, la que más enraizada está en el corazón de los cazadores de esta comarca. Sin embargo, otras modalidades, como la caza del jabalí (o del «marrano», como otros le llaman) es más reciente, aunque también tenga ya bastantes adeptos.

Hablar de la caza es hablar casi del inicio de la humanidad. El arte de la cinegética tiene tantos libros escritos que bien podemos afirmar que es uno de los asuntos más tratados desde la más remota antigüedad. Son muchas sus modalidades, aunque una de las más selectas es, sin duda, la cetrería (caza con halcones), reservada a los reyes y nobles. Por cierto que a esta especialidad tan exquisita se unieron pronto los altos estamentos religiosos, tanto que, en el Concilio Lateranense III se les prohibió a estos prelados que hiciesen sus «visitas pastorales con perros», porque dedicaban más tiempo a la caza que a sus deberes pastorales.

Como todo en la vida, la caza ha evolucionado mucho con el paso del tiempo. Algunos episodios, incluso no son nada edificantes, como aquellos «pabellones de caza», que no eran más que simples casas de citas de los reyes y nobles con sus favoritas.

Han cambiado también las formas y los procedimientos. Por ejemplo, han desaparecido casi totalmente aquellos grupos de aficionados que marchaban a un cortijo de la Sierra preparados para estar allí alojados días y días; la salida de las mulas cargadas con todos los utensilios ya no se conoce. Actualmente, los todo terreno llevan al cazador por la mañana al coto más alejado, practica este deporte y regresa a casa en el mismo día. Solo en fotos antiguas vemos ya a los cazadores con mantas al hombro; ahora llevan chalecos y ropa de camuflaje, silletas, puestos de local. Hoy, aunque hay precios para todos los bolsillos, la Sarrasqueta, la Zabala, la Benelli están al alcance de cualquier aficionado; no tanto los buenos pájaros, que escasean y suelen valer una fortuna.

De siempre, Baza ha tenido muchos y buenos cazadores, nombres relacionados, la gran mayoría, con la Sociedad de Cazadores «la Perdiz», con más de ochenta años de historia. Cuando hablas con viejos cazadores de esta ciudad, todos te citan apellidos y anécdotas de los grandes aficionados que han sido y de los que ahora son de este deporte. De los años 40 del siglo pasado se recuerdan Melitón Briñas, Cayo Ferrón, Antonio Garro, Vallejo, Juan Alcalde, Romualdo (el veterinario), Alfonso Rubio, Sánchez Vargas, los hermanos Granados y los hermanos Ramos, entre otros muchos. Luego llegó otra época, la de Pedro Marín, los hermanos Briñas, Melitón y Antonio, Pepe Valdivieso (el churrero), Valverde, Indalecio, Pepe (el chico), Manolo Moreno, Pepe Chica, Alfonso Sánchez, Pedro Menéndez, Jaime Ferrer, Joaquín López, Arsenio Moreno, Martínez Galera, Juan (raviche), etc. etc. Sería imposible nombrarlos a todos porque, hoy día, los cazadores en Baza pueden superar el millar, casi todos amigos.

La Sierra de Baza, con sus cuarenta y cinco mil hectáreas, ha contado siempre con ejemplares para la caza mayor. El jabalí es citado por los historiadores ya en el siglo XV y posteriores. Las notas del Abad Navarro hablan de la existencia de ciervos, gamos, jabalíes, cabra montés y otras especies en nuestra sierra. Parece ser que nunca se han perdido de la zona, aunque su cantidad llegó a ser tan escasa que, en el caso del jabalí, solo llegaban elementos solitarios de las sierras de Cazorla y Segura. Precisamente este animal se repobló en los años setenta, dándose la primera batida en el año 1973, organizada por la Sociedad de Cazadores «la Perdiz», en la que se abatieron 72 ejemplares adultos.

El ciervo también está reseñado por los historiadores como existente en la sierra en el siglo XVIII (Abad Navarro), aunque es verdad que llegó a perderse. No obstante, fue en el año a987 cuando se procede a la suelta de 90 ejemplares en las zonas de La Canaleja y el Pinarillo, procedentes de Hornachuelos (Córdoba), una iniciativa en la que participaron la Sociedad de Cazadores «La Perdiz», el IARA y la Federación Española de Caza; sin duda, todo una cierto que se completó posteriormente con la suelta de otros 60 ejemplares procedentes de Valdequemado. La primera montería de caza controlada de ciervos se celebró el 21 de octubre de 2001. Todo un éxito.