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A mi querida hermana mayor, María Muñoz Polaino, que ha A mi marido, que es el motor de mi vida, |
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Virgen de los Dolores, Llanto que viertes Lagrimas blancas…, En tu tristeza y silencio, Y lloraré tus penas Mírame Madre Santa, Y mientras tu llanto yo enjugo |
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Rvdo. Sr. Consiliario de la Cofradía del Silencio de Nuestra Señora de los Dolores. Señoras y señores, amigos y amigas, cofrades todos.
Aquí me tienen, todavía un tanto atónita, y ciertamente intimidada. Por otro lado, muy agradecida, por haberme propuesto ser humilde pregonera de mi hermandad. Muchas gracias por confiar en mí. Que nuestra virgen, la Virgen de los Dolores me guíe y me inspire y, desde la humildad de mi persona, sepa trasmitir los sentimientos que alberga mi corazón cuando sus ojos afligidos me miran, que sea capaz de plasmar en palabras el consuelo y la esperanza que me inspira su rostro y la influencia que nuestra Madre ha tenido en mi vida. Pero antes de ello quiero implorar una plegaria, un ave Maria dolorosa: “Dios te salve, María, llena eres de dolores; Jesús crucificado está contigo; digna eres de llorada y compadecida entre todas las mujeres, y digno es de ser llorado y compadecido Jesús, fruto bendito de tu vientre. Santa María, Madre del Crucificado, da lágrimas a nosotros crucificadores de tu Hijo, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Amén.
El estar aquí arriba ha supuesto cumplir un sueño. Un sueño que significa abrirles mi alma y transmitirles mis vivencias, volver a mis años de juventud y recordar como empecé a visitar la iglesia de los Dolores. Acordarme de Carmen García, madre de nuestra querida Mimí, de Lola Pérez, madre de nuestro incansable César, Rosa Pardo y Conchita Valverde, ha supuesto un grato ejercicio que ha removido en mi interior los sentimientos que empezaron a aflorar con ellas cuando comencé a vestir a nuestra Madre. Año tras año, ellas me fueron enseñando,… ¡con que primor le ponían el rostrillo, con que dulzura le arreglaban las pestañas, sus manos rozaban su rostro delicado y triste para colocarles las lágrimas!! Para mí, ha sido un papel muy destacado e importante, y me ha gustado tanto, me he sentido tan privilegiada de poder mirarla desde la intimidad del silencio, tan a la cara, que esa mirada serena, equilibrada y triste la llevo clavada en mi mente y en mi corazón. Y me ayuda, y me da fuerzas y me equilibra, y me serena, y me consuela….ni que decir tiene que no es necesario explicar, que es la vida y como se desenvuelve. Hay momentos duros y, de verdad, que cuando la vida es dolorosa, su mirada me acompaña… Y la vida sigue, y hay que dar paso a nuevas generaciones, entonces el relevo lo tomamos Gloria Tapia y yo, con la estimada ayuda de mi cuñada Piedad Marín. Y con el mismo cariño, seguíamos vistiéndola de gala para la semana de pasión, “¡Gloria, que tenemos que ir a las dominicas a por las ropas de la Virgen!” “¡César que tenemos que bajar a la Virgen para llevarla a la Mayor!” Estos actos tan sencillos, han formado parte de mi vida hasta hace unos años, pues aunque una no quiere, los años van haciendo mella y ya cuesta subirse al trono. Ahora son las más jóvenes, Carmen Mari, Glori, Mabel, las que tienen el honor y el privilegio de vestirla, para que Ella, viva intensamente el dolor de la pérdida de su hijo. Y no dejéis de Mirarla porque esa mirada, es, ES todo lo que vosotras queráis que sea. Otro de los aspectos que me gustaría ensalzar de nuestra cofradía y que me emociona año tras año es, su silencio… su intimidad… su sencillez y recogimiento que contagia a todo el que la ve y que hace que, por unos instantes, nos pongamos en su lugar. Y podamos sentir su pena y congoja ante el dolor tan grande de la pérdida de su Hijo. Momento duro y a la vez esperanzador. Por último, también me gustaría expresar mi reconocimiento y gratitud a todos los que año tras año, han hecho posible que el Silencio procesione el Viernes Santo, desde la modestia y el recato, como una hermandad de penitencia que vive el dolor de la Señora desde la intimidad y el sonido de un ronco tambor. Gracias a todas las familias, que generación tras generación, siguen estando ahí, con su aliento y saber hacer. Y como no, a todos los jóvenes y nuevos que os sentís atraídos por su rostro. Que a todos, Ella os acompañe en el maravilloso camino de la Vida. "Y a ti, Madre, una espada de dolor te atravesará el corazón..." (Lucas 2, 35) En este momento, me gustaría centrar mis palabras en recordar la historia de cada uno de los puñales que acompañan a nuestra Dolorosa. Siete son los puñales que atraviesan su corazón, siete dolores atraviesan su alma, acompañémosla en sus siete penas y lloremos con ella durante esta semana de sufrimiento y redención. |
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Con tu dolor, entre las flores (Saeta a la virgen de los Dolores, Antonio Torres) |
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Primer dolor: La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús. El dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada atravesaría tu alma por los sufrimientos de tu hijo, en cierto modo, te manifestó que tu participación en nuestra redención sería a base de dolor. |
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| “Cuando te alza el capataz, quiero que se acalle el mundo, que el silencio voy buscando, y que no respire el cielo, para escuchar las pisadas que llevan tus costaleros.” |
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Segundo dolor: La huida a Egipto con Jesús y José. ¡Cuanto dolor sentiste cuando tuviste que huir tan lejos, pasando penalidades!, sobre todo, al ser tu Hijo tan pequeño. Al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna. |
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| Lágrimas derrama el cielo, la noche del Viernes Santo. Y tú Madre mía de los Dolores las escondes bajo tu manto. (Saeta a la Virgen de los Dolores, Maria del Pilar Jiménez) |
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Tercer dolor: La pérdida de Jesús. ¡Que angustiosa preocupación!, ¡cuantas lágrimas derramaste! Tres días buscando a tu hijo, hasta que fue encontrado en el templo. Como madre, puedo imaginar la impotencia y desesperación que sentiste. |
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| El Viernes Santo en la noche, Madre mía, con tu pena, con tu angustia y tus dolores, que caminas por Baza, entre saetas y flores. |
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Cuarto dolor: El encuentro con su hijo Jesús cargando su cruz camino del calvario. Tú, Madre, tan dulce y amorosa, te encuentras con tu hijo cargando con los pecados del mundo, en medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Que dolor sintieron tus ojos al verle coronado de espinas, condenado a muerte cual malhechor. |
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| Madre mía de los Dolores, llorando vas por Baza; es tan grande tu dolor cuando buscas a tu Hijo, el Divino Redentor. |
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Quinto dolor: La crucifixión y la agonía de Jesús. Ella permaneció al pie de la cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a sus enemigos. Sus ultimas palabras dirigidas a ella fueron “Madre, he ahí a tu hijo”, y a nosotros nos dijo, representados en la persona de San Juan: “Hijo, he ahí a tu Madre”. |
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| Dónde vas Paloma Blanca tan oscuro y chispeando. “Voy en busca de mi hijo que lo están crucificando.” |
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Sexto dolor: La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto. A ti también te clavaron el corazón cuando viste esa lanza atravesar el corazón de tu Hijo, corazón divino que representa el gran amor con el que El nos trató. |
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| ¡Qué bella se ve la imagen cerrando la procesión de la Virgen Dolorosa tan serena en su aflicción! |
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Séptimo dolor: El entierro de Jesús y la soledad de María. Acompañaste a tu hijo en todos sus sufrimientos, y ahora te quedas sola, llena de aflicción. Madre tierna y compasiva, queremos imitarte en tu compasión y humildad desde tu dolor y misericordia, intercede siempre por nosotros, y que nunca te perdamos como guía de nuestras vidas. |
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| Lucero del alba, divina entre las flores, Reina de los Cielos, ¡mi Virgen de los Dolores! |
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| (TAMBOR) |
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El día se acerca, vivamos la semana de pasión desde el recogimiento, y desde el amor. Los penitentes han recogido sus faroles y caminan hacia la iglesia mayor, las doce menos cuarto. Cesar, alinea a los costaleros, Juampe y Sara van encendiendo las velas… |
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| (SAETA: ROBERTO) | |||