MUJER DE LA MIRADA
TRANQUILIZADORA Y TRISTE

 

PREGÓN A LA COFRADIA DEL SILENCIO DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

 

Ramona Gómez Sánchez.
Baza a 18 de Marzo de 2016.

 

A mi querida hermana mayor, María Muñoz Polaino, que ha
tenido la consideración
de hacerme partícipe de este gran honor.

A mi marido, que es el motor de mi vida,
Él que me da fuerza y energía
para vivir intensamente cada minuto de mi día a día. 

 

Virgen de los Dolores,
Madre querida,
 lloras serena,
 dolorida.

Llanto que viertes
por tu hijo,
lágrimas de amor,
y mucho dolor.

Lagrimas blancas…,
  Perlas vertidas,
seguir tu ejemplo quiero
y hasta ti me acerco
para recogerlo.

En tu tristeza y silencio,
busco mi abrigo,
mi corazón
llora contigo.

Y lloraré tus penas
hasta cegar;
mientras me queden ojos
para llorar.

Mírame Madre Santa,
Pues ES tu pena,
mi guía y mi consuelo.

Y mientras tu llanto yo enjugo
dando sentido a mi vida
tu rostro limpio y sereno,
tranquiliza mi alma
alivia mi duelo.

Rvdo. Sr. Consiliario de la Cofradía del Silencio de Nuestra Señora de los Dolores.
Señores ediles del Excmo. Ayuntamiento de Baza. 
Sra. Hermana Mayor de la Cofradía, estimada amiga María Muñoz Polaino.
Sres. y Sras. de la Junta de Gobierno de la Cofradía.
Excmo. Sr. Presidente de la Federación de Cofradías de Baza y Miembros de su junta permanente.
Sres. Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno de las demás Hermandades y Cofradías de la ciudad de Baza.

Señoras y señores, amigos y amigas, cofrades todos.

 

Aquí me tienen, todavía un tanto atónita, y ciertamente intimidada.

Por otro lado, muy agradecida, por haberme propuesto ser humilde pregonera de mi hermandad. Muchas gracias por confiar en mí.

Que nuestra virgen, la Virgen de los Dolores me guíe y me inspire y, desde la humildad de mi persona, sepa trasmitir los sentimientos que alberga mi corazón cuando sus ojos afligidos me miran, que sea capaz de plasmar en palabras el consuelo y la esperanza que me inspira su rostro y la influencia que nuestra Madre ha tenido en mi vida.

 Pero antes de ello quiero implorar una plegaria, un ave Maria dolorosa:

“Dios te salve, María, llena eres de dolores; Jesús crucificado está contigo; digna eres de llorada y compadecida entre todas las mujeres, y digno es de ser llorado y compadecido Jesús, fruto bendito de tu vientre.

Santa María, Madre del Crucificado, da lágrimas a nosotros crucificadores de tu Hijo, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Amén.

 

El estar aquí arriba ha supuesto cumplir un sueño. Un sueño que significa abrirles mi alma y transmitirles mis vivencias, volver a mis años de juventud y recordar como empecé a visitar la iglesia de los Dolores. Acordarme de Carmen García, madre de nuestra querida Mimí, de Lola Pérez, madre de nuestro incansable César, Rosa Pardo y Conchita Valverde, ha supuesto un grato ejercicio que ha removido en mi interior los sentimientos que empezaron a aflorar con ellas cuando comencé a vestir a nuestra Madre.

Año tras año, ellas me fueron enseñando,… ¡con que primor le ponían el rostrillo, con que dulzura le arreglaban las pestañas, sus manos rozaban su rostro delicado y triste para colocarles las lágrimas!!

 Para mí, ha sido un papel muy destacado e importante, y me ha gustado tanto, me he sentido tan privilegiada de poder mirarla desde la intimidad del silencio, tan a la cara, que esa mirada serena, equilibrada y triste la llevo clavada en mi mente y en mi corazón. Y me ayuda, y me da fuerzas y me equilibra, y me serena, y me consuela….ni que decir tiene que no es necesario explicar, que es la vida y como se desenvuelve. Hay momentos duros y, de verdad, que cuando la vida es dolorosa, su mirada me acompaña…

Y la vida sigue, y hay que dar paso a nuevas generaciones, entonces el relevo lo tomamos Gloria Tapia y yo, con la estimada ayuda de mi cuñada Piedad Marín. Y con el mismo cariño, seguíamos vistiéndola de gala para la semana de pasión, “¡Gloria, que tenemos que ir a las dominicas a por las ropas de la Virgen!” “¡César que tenemos que bajar a la Virgen para llevarla a la Mayor!” Estos actos tan sencillos, han formado parte de mi vida hasta hace unos años, pues aunque una no quiere, los años van haciendo mella y ya cuesta subirse al trono.

Ahora son las más jóvenes, Carmen Mari, Glori, Mabel, las que tienen el honor y el privilegio de vestirla, para que Ella, viva intensamente el dolor de la pérdida de su hijo. Y no dejéis de Mirarla porque esa mirada, es, ES todo lo que vosotras queráis que sea.

Otro de los aspectos que me gustaría ensalzar de nuestra cofradía y que me emociona año tras año es, su silencio… su intimidad… su sencillez y recogimiento que contagia a todo el que la ve y que hace que, por unos instantes, nos pongamos en su lugar. Y podamos sentir su pena y congoja ante el dolor tan grande de la pérdida de su Hijo. Momento duro y a la vez esperanzador.

Por último, también me gustaría expresar mi reconocimiento y gratitud a todos los que año tras año, han hecho posible que el Silencio procesione el Viernes Santo, desde la modestia y el recato, como una hermandad de penitencia que vive el dolor de la Señora desde la intimidad y el sonido de un ronco tambor. Gracias a todas las familias, que generación tras generación, siguen estando ahí, con su aliento y saber hacer. Y como no, a todos los jóvenes y nuevos que os sentís atraídos por su rostro. Que a todos, Ella os acompañe en el maravilloso camino de la Vida.

"Y a ti, Madre, una espada de dolor te atravesará el corazón..." (Lucas 2, 35)

En este momento, me gustaría centrar mis palabras en recordar la historia de cada uno de los puñales que acompañan a nuestra Dolorosa.

Siete son los puñales que atraviesan su corazón, siete dolores atraviesan su alma, acompañémosla en sus siete penas y lloremos con ella durante esta semana de sufrimiento y redención.

Con tu dolor, entre las flores
caminas tú, Madre mía,
Virgen de los Dolores,
Reina de Andalucía.

(Saeta a la virgen de los Dolores, Antonio Torres)

Primer dolor: La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.

El dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada atravesaría tu alma por los sufrimientos de tu hijo, en cierto modo, te manifestó que tu participación en nuestra redención sería a base de dolor.

“Cuando te alza el capataz,
quiero que se acalle el mundo,
que el silencio voy buscando,
y que no respire el cielo,
para escuchar las pisadas
que llevan tus costaleros.”

Segundo dolor: La huida a Egipto con Jesús y José.

¡Cuanto dolor sentiste cuando tuviste que huir tan lejos, pasando penalidades!, sobre todo, al ser tu Hijo tan pequeño. Al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna.

Lágrimas derrama el cielo,
la noche del Viernes Santo.
Y tú Madre mía de los Dolores
las escondes bajo tu manto.
(Saeta a la Virgen de los Dolores, Maria del Pilar Jiménez)

Tercer dolor: La pérdida de Jesús.

¡Que angustiosa preocupación!, ¡cuantas lágrimas derramaste! Tres días buscando a tu hijo, hasta que fue encontrado en el templo. Como madre, puedo imaginar la impotencia y desesperación que sentiste.

El Viernes Santo en la noche,
Madre mía, con tu pena,
con tu angustia y tus dolores,
que caminas por Baza,
entre saetas y flores.

Cuarto dolor: El encuentro con su hijo Jesús cargando su cruz camino del calvario.

Tú, Madre, tan dulce y amorosa, te encuentras con tu hijo cargando con los pecados del mundo, en medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Que dolor sintieron tus ojos al verle coronado de espinas, condenado a muerte cual malhechor.

Madre mía de los Dolores,
llorando vas por Baza;
es tan grande tu dolor
cuando buscas a tu Hijo,
el Divino Redentor.

Quinto dolor: La crucifixión y la agonía de Jesús.

Ella permaneció al pie de la cruz y oyó a su Hijo prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a sus enemigos. Sus ultimas palabras dirigidas a ella fueron “Madre, he ahí a tu hijo”, y a nosotros nos dijo, representados en la persona de San Juan: “Hijo, he ahí a tu Madre”.
Madre, protégenos con tu manto, porque nadie mejor que tú, conoce el dolor al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu querido hijo y luego verle  agonizar en la cruz, para darnos vida eterna a nosotros.

Dónde vas Paloma Blanca
tan oscuro y chispeando.
“Voy en busca de mi hijo
que lo están crucificando.”

Sexto dolor: La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto.

A ti también te clavaron el corazón cuando viste esa lanza atravesar el corazón de tu Hijo, corazón divino que representa el gran amor con el que El nos trató.
¿Cuanta desdicha, pena y tristeza puede albergar el corazón de una madre que ha tenido en sus brazos a un hijo sonriente y lleno de bondad, y se lo devuelven muerto, victima de la maldad de los hombres y victima también de nuestros pecados? Sigue ayudándonos Virgen de los Dolores, y consuélanos en nuestra aflicción ante la enfermedad, dándonos tu fuerza y resignación para continuar en el maravilloso sendero de la vida.

¡Qué bella se ve la imagen
cerrando la procesión
de la Virgen Dolorosa
tan serena en su aflicción!

Séptimo dolor: El entierro de Jesús y la soledad de María.

Acompañaste a tu hijo en todos sus sufrimientos, y ahora te quedas sola, llena de aflicción. Madre tierna y compasiva, queremos imitarte en tu compasión y humildad desde tu dolor y misericordia, intercede siempre por nosotros, y que nunca te perdamos como guía de nuestras vidas.

 Lucero del alba,
divina entre las flores,
 Reina de los Cielos,
¡mi Virgen de los Dolores!
(TAMBOR)

El día se acerca, vivamos la semana de pasión desde el recogimiento, y desde el amor.

Los penitentes han recogido sus faroles y caminan hacia la iglesia mayor, las doce menos cuarto. Cesar, alinea a los costaleros, Juampe y Sara van encendiendo las velas…
Noche de Viernes Santo. Dolor negro y enlutado. Jesús ha muerto. Tristeza, llanto, pésame. Las doce de la noche. Cielo nublado, redoble de un tambor roto por la agonía. La gran puerta se abre. Oscuridad en la plaza. Sale la Señora.

(SAETA: ROBERTO)