411. Un paraíso para perderse

Por Lola Fernández Burgos

No podemos negar que Andalucía es una tierra de contrastes, y en Baza gozamos de una ubicación que nos permite comprobarlo ampliamente. Como histórico cruce de caminos, se puede decir que estamos cerca de todo, o lejos, según se mire. Nos pillan muy cerquita las provincias de Almería, Jaén, Murcia y Albacete; y bastante distante la capital, aunque con la autovía no hay distancias, y lo mismo podemos dirigirnos a Portugal, que a Francia, y llegar a ellas sin necesidad de adentrarnos por carreteras secundarias. Una buena comunicación, no cabe duda, aunque eso no impide que el estado de la A-92, nuestra autovía autonómica principal, sea claramente mejorable. Pero aún así, una puede llegarse en muy poco tiempo al mar, por ejemplo, y en esto yo me decanto más por la costa almeriense, que por la granadina, más lejana desde aquí. De manera que si añoro el olor y el sonido marineros, lo más frecuente es que me desplace a Cabo de Gata, un parque natural de los más importantes y variados de Andalucía y de España. Allí puedes encontrar marismas, salinas, fondos marinos de una riqueza incuestionable, amén de bellísima, playas vírgenes, paisajes volcánicos, pintorescos pueblecitos que han dejado en la tierra su impronta, diseñando una naturaleza única. Imposible hallar en otro lugar maravillosos bosques de pitas, abandonadas minas de oro, acantilados y miradores fascinantes, arrecifes bajo la protección de un faro, su flora y fauna endémicas, una gastronomía tradicional a tener en cuenta, y un larguísimo etcétera.

Después de muchos años moviéndome por todo el entramado de carreteras, caminos, senderos y demás, aquella zona me regala siempre una belleza sin igual, con paisajes y rincones que incluso podemos descubrir atrapados en aquellas películas que un día se rodaban por allí y por el cercano desierto de Tabernas, el único de Europa, a cuyo encanto hay que sumarle el de estar cerquísima del mar. Con sólo el nombre de las diferentes rutas propuestas para moverse por el parque, yo ya me siento emocionada, así que al recorrerlas, ni les cuento: la ruta pirata, la de los volcanes y las flores, la de la minería, la cinematográfica… Si a ello le añadimos la posibilidad de ver una pesca artesanal totalmente respetuosa con el medio ambiente, como no podía ser de otra manera en un parque natural y en una reserva marina tan importantes, pues es imposible no enamorarse de estos lugares tan especiales. Y desde luego, en muy pocas costas ya, con tanta burbuja inmobiliaria y semejante masificación turística, tenemos la oportunidad de estar bañándonos en playas casi privadas, con la libertad que te transmite la sensación de estar prácticamente sola y como si no hubieran pasado los siglos por allí. Mirando al mar, África no queda lejos, pero es que detrás tuya tienes unas marismas llenas de maravillosas aves prestas a migrar ante tus atónitos ojos, que no dan crédito a las largas hileras de aves de todo tipo que te sobrevuelan rumbo a climas más cálidos. Y cuando te estás deleitando en el perfil inconfundible de las salinas, con un fondo único de volcánicas montañas, no te extrañe que de repente un rebaño de cabras se mueva entre barcazas abandonadas, pastando y triscando por las dunas, regalándote una escena cuando menos pintoresca y única, en este Cabo de Gata que no deja de ser, en toda su extensión, un magnífico paraíso para perderse.