424. Cuando nos envuelve la niebla

Por Lola Fernández Burgos

Hay momentos en que una se hace a la idea de que nos tocan malos tiempos y hay que atravesarlos como mejor se pueda, porque es evidente que desde que arrancó la crisis, allá por el 2007, ha pasado ya más de una década y aquí seguimos, sin levantar cabeza. Hay quien dice que aquello ya se acabó, pero es evidente que miente; o igual dice la verdad, pero no está pensando en la ciudadanía en general, sino en sí mismo y sus amigos, que para algunos no es que acabara lo malo, es que nunca llegó, y además mejoraron… De vergüenza que hablen de un crecimiento con respecto al empleo, cuando éste se ha transformado en una precariedad insostenible. Antes tener un trabajo era la puerta para configurar un proyecto de vida, y formar una familia y contribuir a la economía general, con la certeza de que después de unos años el Estado se haría cargo de que se tuviera una digna jubilación. Entre otras cosas, porque mes a mes, cada trabajador pierde parte de su sueldo para ese merecido retiro tras completar su vida laboral; o sea, que nadie le regala nada. Y ahora, ahora estar trabajando es para tirar pocos cohetes, puesto que la crisis se utilizó para restar derechos laborales y dar carta blanca al empresariado para que las ventajas sean sólo suyas. Así que tener hoy un trabajo no es garantía de nada, ni puente para iniciar proyecto alguno, ni mínimo y concreto, ni mucho menos vital.

Foto: Lola Fernández

Y qué me dicen de cómo está el país, que es mucho más que un patio, con respecto a las mínimas garantías de un Estado de Derecho y democrático. Cuando por hacer chistes o canciones puedes acabar en la cárcel, mientras se cambian leyes para proteger a los peores delincuentes, que nunca pagan; y en tanto la división de poderes brilla por su ausencia, con la anuencia de los partidos políticos de toda la vida, esos que se han aliado para evitar que entren aires nuevos y renovadores que hagan peligrar su omnipotencia…, está claro que los tiempos que corren son mucho peores de lo que una podía imaginar cuando se lo barruntaba. Sin olvidar la gravísima manipulación y el vergonzoso uso de temas sagrados, como por ejemplo la vida de un niño, para querer virar un poquito más hacia un repugnante absolutismo en el que no se pueda ni respirar sin temer que se nos castigue por ello. Prisión permanente revisable, escucho y leo, y me pregunto si no es mejor aplicar la ley vigente y si caen 20 años hacer que se cumplan, en vez de echar a los delincuentes a la calle en menos que canta un gallo. Pero claro, es mucho mejor hacer que retrocedamos a un tiempo de asquerosa dictadura y que se cumpla el deseo de sus cachorros de que siga vivita y coleando aquí y ahora.

Por no hablar de la huelga feminista, esa que quisieron boicotear quienes hoy se apuntan a su incuestionable éxito, alabado internacionalmente, y que no sé a quién extraña. No es nada raro que las mujeres, el último mono en esta España casi cavernícola, salgamos a la calle y digamos que ya está bien, que somos personas, y no seres de segunda categoría. Bien, un exitazo, ¿verdad?, pues lo peor va a ser ver que nada va a cambiar a los ojos de quienes tienen en sus manos acabar ya de una vez con el machismo y con la violencia machista asesina, que contra ambas cosas salimos las mujeres a decir ¡basta! Pero no, aquí no se escucha ni a las mujeres, ni a los pensionistas, ni a nadie que grite su hartazgo. Aquí sólo esperan a que nos callemos cansados de no callar, y a que se nos olvide pronto todo; incluso que cuando nos envuelve la niebla, lo más frecuente es que esté próximo el sol a hacer su aparición y llevarse todo lo que no nos deja ver la realidad con toda claridad. Ojalá sea así y salga y brille muy pronto el sol, y podamos vivir como nos merecemos, no como han decidido algunos que malvivamos.