Por Lola Fernández.
Abril aguas mil, pero está acabando el mes y no llueve, lo cual es bastante desesperante, por lo malo que es para el presente, y por las terribles consecuencias a corto y medio plazo. Que se hagan rogativas para que llueva no deja de parecerme pura superstición, más allá del componente religioso que puedan tener para los creyentes; pero me imagino, en este norte granadino, a las santas Alodía y Nunilón, patronas de Huéscar, y a la Virgen de la Piedad, copatrona de Baza, escuchando las súplicas y plegarias para que caiga la preciada agua de los cielos, y la verdad es que no me ofrece ninguna confianza ni esperanza tal costumbre ancestral. Me parece que sería mucho más efectivo hacer todo lo posible para evitar que se pierda el agua por fugas, roturas, sistemas obsoletos de distribución, y todo lo que hace que se desperdicie el agua que tanto necesitemos en un porcentaje medio superior al 15%, el cual se incrementa hasta un 30% y un 61% en las localidades medias y pequeñas, respectivamente. Una sola gota perdida es un pecado contra la humanidad, así que no sé cómo calificar que haya pérdidas de agua potable tan elevadas. Menos rezos y más inversión, porque después de todo, si llueve, se está desperdiciando agua; pero si encima no llueve, como es el caso, ya me dirán ustedes el panorama. No entiendo a los políticos, de verdad, y no me cabe en la cabeza que miren a otro lado y no se pongan a solucionar problemas reales con soluciones posibles. Si los curas quieren rezar, que recen con los feligreses, que al fin y al cabo es una de sus funciones; pero los políticos han de dedicar sus mayores esfuerzos a gestionar adecuadamente el ciclo del agua, priorizando la renovación de la red de cañerías para que se evite el terrible despilfarro de agua destinada al abastecimiento y al consumo urbano.
Siempre se nos hace cargar con el peso principal de todos los problemas, y creo que la ciudadanía es mucho más responsable que sus representantes políticos; no me cabe la mínima duda, en esta y en cualquier otra cuestión que precise la colaboración de la gente y de la Administración. Si a ello unimos cosas tales como que en tiempos de terrible sequía no se cierren los campos de golf antes que empezar con las restricciones al consumo domiciliario, o que no se aprenda de una sequía a otra y no se acometan las obras y la gestión precisas sólo porque de repente llueve y se desvanece la importancia y gravedad del problema, pues apaga y vámonos. Así que hace calor, hace excesivo calor para la temprana primavera en la que estamos, faltando aún dos meses para que llegue el invierno, y rondando temperaturas de 40º, que no presagian un verano muy diferente al anterior, con insufribles olas de calor con nefastas consecuencias para la salud. No quiero ni tocar el tema de los pantanos, los agricultores, los riegos, los precios asociados a tanto desastre; mientras vivimos época electoral, y lo que nos queda de aquí a diciembre. No sé si hay quien se preocupa de los programas que cada grupo ofrece para buscar el apoyo en las urnas; pero cada vez veo menos interés en las propuestas programáticas, enfrascados todos los que han de hacerlas en un malsano juego de mentiras y descalificaciones, con una música de fondo en la que queda claro que a los ciudadanos nos toman por tontos, y por desgracia a veces lo parecemos, sin ninguna memoria. No sé si la democracia se inventó allá en la Grecia antigua para que cada quien defienda a los suyos, sin importar lo que hagan, aunque eso que hagan sea malo e idéntico a lo que hacen los no suyos. Pero es lo que hay, y no queda otro remedio que asumirlo; y al mismo tiempo, mirar al cielo y desear con toda intensidad que llueva y llueva, y no deje de llover hasta que tengamos agua para respirar aliviados y tranquilos.