601. Ángeles

Por Lola Fernández.

En unos días entrará el invierno, y lo hará este año entre las voces de los niños y niñas cantando los números de la Lotería de Navidad, momento que para mí es el auténtico pistoletazo de salida para estas fiestas. Entre christmas y obituarios se va acabando diciembre: en cuanto a éstos, no sé a qué es debido, pero se acostumbra a recordar a quienes han muerto desde enero, en plan homenaje, y aunque hay finados que se merecen pocas loas, ahí se cuelan en cualquier necrológica que se precie; y respecto a las felicitaciones navideñas, las de papel han sido masivamente sustituidas por los memes, los reels, los chascarrillos gráficos que van y vienen, paseando por toda España, con una supuesta gracia que por lo general si brilla es por su ausencia. Así que entramos en las navidades, señal de que estamos vivos y no hacemos bulto en ninguna necrología, y ante ellas, una de dos: o nos alegramos, o dejamos que nos invada un muermo total. De nuestra actitud ante determinada realidad, invariable independientemente de nosotros, dependerá que nos guste o disguste; y qué quieren que les diga, a estas alturas estoy mucho más por regocijarme en la alegría, que en arrastrarme penosamente bajo el peso implacable de una tristeza sin demasiado fundamento. Que sí, que en determinados momentos se añora demasiado a los que nos faltan y ya no volverán, pero eso pasa de uno de enero a treinta y uno de diciembre, así que es un poco absurdo circunscribir el dolor por la ausencia de nuestros seres queridos a unas fiestas específicas, sean navideñas o cualesquiera otras. De manera que, en estas últimas vacaciones anuales, me niego a sentirme mal de entrada y sin motivo concreto, y me basta el propósito de no caer en exageraciones propias del momento, sean consumistas, gastronómicas o de cualquier otra índole.

Ya se sabe que todo propósito no va más allá de la intención, así que no prometo nada, para qué, si lo mejor es dejarse llevar y que todo fluya sin interferencias personales. Con lo cual ya me veo disfrutando de lo que me gusta de la Navidad, que pasa por visitar las plazas que se llenan de puestos con todo tipo de artículos, sin dejar de entrar en cualquier iglesia que anuncie su Belén, canturreando los villancicos que me retrotraen a la infancia, comprando algún cartucho de castañas asadas con los que calentarme las manos en el frío ambiental propio de estos días, feliz de tantas luces en todas las ciudades, y todas esas cosas que sólo, o casi, se nos ofrecen en estos momentos. Me gustan los aderezos y la intermitencia luminosa en las gélidas noches, los escaparates, la flor de Pascua y el acebo, los falsos paquetitos de colores brillantes, los calcetines que cuelgan en las chimeneas, y, en general, todo con lo que adornamos el árbol navideño: las bolas, las cintas, las piñas, la estrella, y todos los colgantes habidos y por haber. No elijo entre Belén y Árbol, porque me gustan ambos y combinan genial; e igual me ocurre entre Papá Noel y los Reyes Magos, pues prefiero celebrar los dos, y multiplicar la ilusión. Pero si hay algo por lo que siento predilección, es por los ángeles, no me pregunten por qué, pero me gustan mucho y en cualquier lugar y tiempo. La verdad es que no tengo ni idea de cuántos tipos hay, y no conozco sus nombres y eso, más allá del ángel de la guarda, por ser el primero del que nos suelen hablar. Sin embargo, adoro ver ángeles cantores, o tocando instrumentos, sea en retablos, en museos de esculturas, o en pinturas, aunque no sean sobre la Natividad exactamente; me parece precioso todo lo angelical, y un gran contraste con lo feo y lo agresivo. Como ejemplo, el detalle de la Natividad de Piero Della Francesca, una pintura al óleo fechada entre 1470 y 1475, que se puede disfrutar en la Galería Nacional de Londres. Representa una escena del nacimiento de Jesús, un pasaje de la Biblia, y en ella hay un quinteto de ángeles que cantan mientras algunos tañen instrumentos de cuerda. Una pintura sencillamente deliciosa, con cuyo detalle, que no me puede gustar más, ilustro este artículo, al tiempo que les deseo una feliz Navidad.