Por Lola Fernández.
Escuchaba el otro día un programa en la radio que hablaba del mes de diciembre, cuestionándose si podía considerarse como un final o como un principio, ante lo que yo reflexionaba que ni lo uno ni lo otro, porque me parece más bien un intervalo, en el que todo puede imaginarse y realizarse al modo personal que se prefiera. Pocos meses más controvertidos, me digo mientras miro la fotografía que he elegido para este artículo de una planta llamada stipa tenuissima, que no tiene flores y cobra toda su vida cuando el viento la mece, pues se transforma en un mar vegetal de movimientos hipnóticos, casi como si fuera una danza. Llamada también hierba pluma o hierba pelo de ángel, de florecer podría hacerlo con auténticas rosas de los vientos, por el dominio acerca del aire y el movimiento que se le presupone. Mirando sus finas y flexibles hojas, se puede ver lo acostumbradas que están a moverse de aquí para allá, con una apariencia que recuerda a vórtices y remolinos, aunque mostrando una firmeza que se traduce en pura adaptabilidad: es tal y como yo veo el mes doce del año, que, sin embargo, toma su nombre del décimo que fue en el antiguo calendario romano. Desde el mismo detalle etimológico ya notamos que estamos ante un mes muy especial, que nunca pasa desapercibido, y que da para hablar mucho de él y sus circunstancias; tanto, que cada vez se busca iniciarlo antes, como si ni siquiera pudiéramos respetar su esencia de medida de tiempo que nace un 1 y muere un 31.

Y es que diciembre le debe casi toda su especialidad a contener la mayor parte de las navidades, que no es moco de pavo; y ahí mismo tenemos un serio debate para muchos: cuándo es oportuno vestir la vida de Navidad, dando el pistoletazo a los anuncios pertinentes relativos a regalos, mayormente juguetes pero sin olvidar joyas y perfumes, y a costumbres, como volver a casa o comprar décimos de lotería con los que soñar una vida mejor. Las muñecas de Famosa se dirigen al portal…, vuelve por Navidad…, vamos, que hay anuncios cuyas musiquillas son ya casi como auténticos villancicos, con permiso de éstos, claro. A ver quién es el guapo que se despierta un 22 de diciembre y no vuelve al pasado escuchando cantar la lotería a los niños y niñas de San Ildefonso, o que se come algún dulce navideño y no se retrotrae a su infancia. Diciembre es un mes por el que no se puede pasar de puntillas, porque en cualquier momento tendrás que decir si te gusta o no, y además el porqué; y porque si su inicio se desdibuja en el día 1, por su acelerado presagio, qué decir de su final el 31, cuando a las 00:00 horas empieza, nada más y nada menos, que un año nuevo. Está claro que no es un mes como los demás, y me pregunto si podrá ir más allá de contener el periodo navideño, dado a excesos de todo tipo; o de estar adornado de luces, músicas populares, guirnaldas y toda suerte de materiales, brillos y colores; o de zonas comunes, con tradiciones compartidas, para transformarse en una verdadera tierra de nadie, indefinida y sin generalidades. Por eso me es más fácil verlo como puente o intervalo, que como alfa u omega, y no me cuesta nada imaginarlo como stipa tenuissima desmelenada por completo tras un soplo iracundo de céfiros. Sea como fuere, les deseo a ustedes la mejor de las navidades posibles, ajustadas cual guante a sus gustos personales; y que disfruten, aparte de ellas, de un bonito mes de diciembre.
