27/18. De vuelta…

Sabéis cuando hay algo que te impide, no el hacer, pero sí disfrutar de lo que siempre te había gustado… ese algo que siempre tiene una forma, un nombre, un tiempo, una identidad… Pues no es real! No lo es porque eres tú el que elige, el que decide…

Seguramente tod@s hayamos oído o leído frases del tipo: “La vida te da las cartas, pero eres tú el que decide como jugarlas”… “El éxito o el fracaso no depende de las circunstancias, sino de tu actitud ante ellas”… y así podría continuar escribiendo cientos de frases que vemos a diario en muchos sitios diferentes. Esto me hace pensar, y reflexionar y te das cuenta de que la solución a tus problemas está ahí fuera, te la repiten mil y una vez al cabo de los días, pero no estamos atentos para captar el mensaje, sino constantemente distraídos en miles de historias que nos tienen presos. La solución está en tí, en tu cabeza, en tu mente…

Y bien, no es una forma convencional de comenzar una crónica deportiva, pero puede resumir, sin más números ni más datos lo que me pasó a mí y lo que sucede cada día con miles de personas que comienzan a prestarse un poquito de atención y a disfrutar de cada momento como si fuera el único.

Esto no me pasaba desde hace unos años, y así me ha ido…

Recuerdo, sin poner fechas exactas, pues los que me conocen saben que ando mal de fechas y de horarios, que cuando comencé a disfrutar con las cosas que hacía en mi día a día era realmente feliz, todo salía, sin añadiduras, sin más. Pero en la vida no todo te viene de cara y siempre va a haber una situación, una carta, una jugada que te va a poner en jaque y que va a sacar lo mejor de ti o va a destruirte.

En mi caso no llegó la sangre al río, pero sí afectó a mi forma de vida, y no porque hubiera dejado de entrenar o competir, no, pero sí en que había dejado atrás esa “sonrisa” que una vez me dijo mi entrenadora en ese entonces, Fátima Blázquez, que había vuelto a mi cara, y eso sí es peligroso, cuando tú haces algo, que no es tu trabajo, sino que se supone que es tu pasión, de forma que no te hace sentirte pleno, es el principio del fin.

Y así pasó, entrada en el limbo deportivo y llevando a cabo todos y cada uno de mis entrenos y competiciones de manera religiosa, porque eso sí, mentalidad alemana que no falte, pero teniendo la extraña y malísima sensación en cada una de ellas, fueran mejor o peor, de querer abandonar cuando la cosa se ponía dura o complicada,. Vamos, que el ingrediente principal que debemos de tener tod@s y cada un@ los que hacemos cualquier cosa en la vida es la pasión por lo que haces y eso es lo que te hace perseverar hasta límites insospechados para conseguir lo que deseas. Pues bien, en mi “huerto personal” no crecía esa pasión.

Seguramente cualquiera que esté leyendo esto piense, pues es fácil, te paras y reflexionas, y todo arreglado, pues bien, teoría acertada… Parar, algo para lo que no estamos educados y algo que no está bien visto socialmente, porque vivimos en una sociedad que nos lleva a toda prisa de un lado a otro, sin parar, sin saber por qué, sin querer, pero sin pausa.

Y hay que reivindicar esa pausa, el detenerse y disfrutar del paisaje, del viaje, de cada momento, en todos los aspectos de la vida; en no pensar en el futuro, ni estar preocupado por tu pasado, porque te pierdes el presente. Hay que sentir, hay que abrirse al volver a intentar y, hasta lo que más odias hacer, tendrá su lado positivo y un hueco en tu corazón.

Podría extenderme más y, seguramente que si le dejo el teclado a mi amigo Iván Tejero, pudiera haber escrito unas cuantas líneas sobre esto, pero creo que habiendo dado estas pinceladas se puede entender un poco más mi sentir ese fin de semana.

Ha sido un año de cambios: nuevo entrenador, nuevo método, problemas de salud leves, que me han impedido trabajar durante la primera parte de la temporada la carrera a pie; hándicaps que no han hecho más que reforzar mente y cuerpo, que han hecho que sepa disfrutar de cada pequeño avance y le dé la importancia que tiene al estar sano, que muchas veces creemos que nos viene por defecto, pero que no es así y hay que aprender a estarlo.

Hablando de los objetivos a tener en cuenta este año, con Clemente Alonso, le comento que me gustaría volver a sentir el gusto por la distancia que me lo ha dado todo y nos planteamos este año como de impasse para que, de cara al año que viene, ser un competidor de garantías, con el fin de volver a Kona. Pero decidimos que, para aprender más de mí y de la competición, hay que meterse en faena y mirarla a la cara, así que me planteo un inicio de temporada dedicado a coger km y fondo y realizar unas cuantas pruebas que me gustaron en el pasado y me encantaría volver a repetir: los medios maratón de Almería y Baza están situadas en fechas oportunas para que sirvan de toma de contacto con las distancias “largas” en carrera y me podrían venir muy bien. Pero, como he comentado anteriormente, mi cuerpo no me deja correrlas, hay una “lesión” que no cura y que arrastro desde el año pasado y hay que olvidarse de competir y rehabilitar eso de manera definitiva.

Descartado ese comienzo de temporada, soy ambicioso y me planteo correr un half y un larga distancia como platos fuertes en el inicio, esta vez sí, para los meses de mayo y junio y las pruebas elegidas eran el Triatlón de media distancia de Ardales, en Málaga, del que guardaba muy buen recuerdo, al haber sido tercero en 2016, y el Northwest Triman, un larga distancia o distancia Ironman, como comúnmente se le conoce. Esta apuesta de calendario, en enero, parecía totalmente imposible de realizar, ya que no era capaz de correr dos días seguidos sin tener molestias que me hacían parar y volver a trabajar desde otros puntos de vista la carrera a pie. La de vueltas a la piscina pequeña que habré dado…

Pues bien, como siempre, todo en la vida se supera y comienzo a sentirme bien, a rendir al máximo, cuando hay que hacerlo, y a mimar al cuerpo, cuando toca… y los resultados salen. No hablo de cifras ni puestos, sino de pensamientos y sensaciones. En este poco tiempo he aprendido de mí mismo más que en todos estos años y eso marca la diferencia. Tanto, que ahí estuve, en Ardales, dándolo todo en mi debut de este año y consiguiendo un 14 puesto que me sabía a gloria y, ahora, en el Northwest Triman, consiguiendo un séptimo puesto, que para mí son palabras mayores en una prueba Ironman.

 

Northwest Triman:

Todo comienza con un objetivo: volver a sentir. Me había propuesto esta temporada el volver a sentirme bien haciendo deporte, volver a disfrutar de lo que más me gusta y ser, no el del pasado, sino la mejor versión posible del presente, porque, como sabiamente me dijo mi amigo Javier un día, “No podemos pensar que ya hemos vivido nuestro mejor momento, porque si no la vida ya no tiene aliciente”. El mejor momento de uno mismo tiene que ser ese momento presente en el que se está y en el que se tiene que procurar llegar a su mejor versión como persona.

Me encuentro en Galicia, en As Pontes, provincia de A Coruña. Un sitio precioso y con gentes súper acogedoras. Los días previos a la carrera me quedo sorprendido con la hospitalidad y las buenas formas de esta gente, me siento cómodo y a gusto y comienza la adaptación al sitio y a su mística.

Los días previos no hago apenas nada de entreno, considerando entreno a los machaques de las otras semanas; sí procuro montar bien el material y dejar preparado tanto el cuerpo como la mente para la “batalla” que el domingo me esperaba.

Consigo dormir las dos primeras noches de manera continua y bien, además de muchas horas, sabiendo ya que, a dos días de carrera, la cabeza puede jugar malas pasadas y afectar al sueño, como así fue. Suelo mirar, sobre todo cuando estoy en periodos de bastante entreno y carga, y en competiciones importantes, el indicador de sueño que marca el pulsómetro, el cual no entro a debatir si es más o menos fiable, aunque creo que la fiabilidad depende de si se usa con cierta frecuencia, más que por lo que pueda o no decirte pormenorizadamente. Y compruebo que, conforme se acerca el día, a igualdad de horas dormidas, una media de 8, el porcentaje de sueño profundo va disminuyendo y se va sustituyendo por sueño ligero. Hay personas a las que no les gusta mirar estos datos, porque claramente pueden hacer que te obsesiones con ello y tu cansancio en ese día creas que se debe solo a esto. No es mi caso. Yo uso datos, pero no me obsesiono.

Pero en este caso, puedo establecer una cierta lógica con los datos y recuerdo que esas noches me cuesta dormir mas de lo normal, que la cabeza no para, aunque lo veo normal, vamos a meter una paliza al cuerpo importante y serán tantas horas, que caben miles de pensamientos, unos positivos y otros menos positivos… pero para eso estamos, para visualizar y hacerlo a lo grande, viéndote triunfante y feliz, esto es muy importante.

Recuerdo soñar, como siempre me pasa, con que llegaba tarde a la carrera, que se me olvida la nutrición el día D… y lo paso mal en esas “pesadillas”; pero son eso: pesadillas.

Pasados los días previos, llegamos a la mañana de la verdad, el día que lleva rondando la cabeza desde hace meses, y las ganas por “pelear” son muchas. Eso hace que se me erice la piel cuando llego a la zona de boxes y escucho la música, cuando estoy colocando los bidones, zapatillas, gorra… todo lo necesario para ese gran día. Hace frío, pero el calor de la gente y del momento hacen que ni lo sienta. Rápidamente me coloco el neopreno, con la intención de calentar algo en el agua, o al menos mojarme para que la impresión, al empeza,r no sea demasiada y me provoque un shock.

Ya en primera línea en la salida esperamos la señal y… al agua!!

Mi intención en todo momento es coger un buen sitio en carrera que me permita ir rápido y bien colocado y gastar poco. Desde el inicio, me veo que voy en la cabeza y avanzando puestos.

La natación consta de dos vueltas de 1,8km, así que si empiezas a full, malo, puedes desfondarte; si decides ir mas económico, malo, porque puedes descolgarte de donde deberías ir realmente. Es difícil el saber qué ritmo es el mejor para comenzar una competición en la que vas a invertir muchas horas y hay que ser precavido.

Sigo la primera vuelta, sin problema, en la cabeza; es más, miro delante y veo solo dos cabezas. Para mí, un puestazo. Ir tercero en un larga distancia, aunque sea un ratito…

Salgo de la primera vuelta y me encuentro bien, aunque ya se nota en los brazos algo de fatiga, así que pienso que en la segunda va a haber que apretar dientes si quiero mantenerme ahí. Pero no, la segunda vuelta se me hace más llevadera que la primera y consigo salir en tercer lugar y sin la sensación de haber gastado más de lo necesario para salir ahí. El día empezaba bien.

Salgo de la T1 perdiendo algún puesto, ya que había decidido ponerme maillot y manguitos para la bici. Soy bastante friolero y los 16 grados que había previstos para el sector de bici hacen que me decida por esa opción.

Voy cogiendo ritmo poco a poco, me tomo unos 10-15 min para encontrar mi hueco en la carrera y ritmo de pedaleo. Normalmente, del agua se sale con las piernas agarrotadas y con un ligero mareo, así que hay que ir entrando poco a poco en ese ritmo que te va a llevar a velocidad de crucero y, a la misma vez, va a permitir que seas capaz de bajarte y correr un maratón con sus 42km.

La bici constaba de 4 vueltas a un circuito de 45km, con una subida de unos 3,6 km, justo al principio, que había que tomarse con filosofía. La sensación en cada vuelta va cambiando, no se puede decir que hay una progresión lógica en cada una, ya que se supone que, a cada vuelta, la fatiga iría apareciendo y empeorando tiempos, pero a veces no es así, porque el cuerpo es una máquina a la que las matemáticas le dan igual. Yo me concentro en beber para hidratarme y para reponer fuerzas a cada momento y así tengo muchas papeletas para que salga todo bien. Voy controlándome con el pulsómetro y el medidor de potencia, aparte de escuchando a mi cuerpo con las señales que va enviando de cómo es mi percepción de esfuerzo en cada momento.

Comienza a subir la temperatura y me van sobrando prendas, así que desecho los manguitos y me hidrato más.

Durante todo el recorrido de bici he adelantado gente, me han adelantado a mí, he cogido una referencia que se me ha escapado y he encontrado otras que he podido mantener, siempre sin salirme de lo que pienso es mi plan y… sigo mi carrera.

Hay gente muy fuerte en bici delante mía y, como tampoco soy buen corredor, pues pienso que no voy a moverme mucho de la carrera en la parte de carrera a pie, más bien puedo caer algún puesto más, pero no me preocupa; yo a lo mío y a mantenerme en mis cuentas.

Termino la bici con la sensación de ir cansado de piernas. No es para menos, han sido 180 km ,con 2000m de desnivel positivo. Se tienen que notar. Y ahora, a por los 42 km con unos 400 m nada mas de desnivel. Por cierto, no me ha ido tan mal, para no haber podido entrenar apenas con la bici nueva y a falta de un buen fitting que me dé garantías de poder aprovechar completamente mi potencial en bici… noveno puesto en la T2 y… ya solo queda un maratón!!!

Pues sí, eso es lo que pienso cada vez que me bajo de la bici en una prueba Ironman. Que ya solo queda un maratón, aunque a veces cuando lo comento con mis amigos, me dicen que estoy loco, que un maratón es lo que muchas personas se preparan toda la vida y lo que algunas no consiguen hacer nunca… pero visto en el contexto de la competición, queda menos de la mitad de lo que llevo y para mí es un alivio. Un alivio también porque en natación y bicicleta entran en juego más factores que pueden hacer que todo vaya mal, como por ejemplo una patada mal recibida en el agua, un pinchazo inesperado en bici… y, corriendo, eres tú mismo, contigo mismo y tu mente. Es verdad que puede fallarte el cuerpo, pero no dependes de una maquina ni de nadie más, solo de ti.

Comienzo el maratón en noveno lugar y no con buenas sensaciones. Aun así, le doy su tiempo para coger ritmo, al igual que en el tramo de bicicleta, y se va regulando el cuerpo hasta sentirme a gusto y en el ritmo que creo que es el mío.

La primera subida de la zona de transición a la ciudad es bastante dura, por el desnivel, pero, una vez en el circuito a pie, en el que hay que completar 4 vueltas antes de volver a bajar por el bucle hasta la meta, el desnivel se iguala y hay tramos más duros que otros pero, en general, lo veo accesible para mantener mi ritmo. Decido parar lo justo para coger mi bolsa preparada con el “special needs” cuando se termina el avituallamiento que llevo encima y echar mano de agua en los avituallamientos. El calor ha apretado un poco, pero no pasa de 26-27 grados y, para mí, comparado con Malasia el año pasado, eso es una temperatura muy asequible.

Consigo mantenerme en cada vuelta sobre el ritmo que más o menos podía ser el mío, teniendo en cuenta que todo el invierno ha sido de no correr apenas nada, sólo rehabilitar una lesión que acompañaba desde Malasia y que no era capaz de vencer, pero de la que al final hemos salido a base de ser constante y de trabajo y más trabajo, en gym y elíptica, aparte de carreras en agua, etc. En fin, de paciencia.

Miro el reloj y no solamente el ritmo que, a veces, puede ser engañoso, sino cómo va mi corazón y, aparte de sentirme genial corriendo, el pulso acompaña y no voy pasándome de rosca conforme pasan los km.

Puedo decir que ha sido el mejor maratón que he corrido en un Ironman y, también, puedo decir que me ha sorprendido, en cuanto a que consideraba que en otras ocasiones llegaba mejor a este tramo de carrera, pero es que este año, con mi nuevo entrenador, me están sorprendiendo muchas cosas, y para bien.

Durante cada una de las vueltas, iba viendo que las distancias con los compañeros que más cerca tenía, por delante, iban a menos, y que, cuando nos cruzábamos, nos echábamos un reojo de desconfianza, pero yo iba muy bien y a un ritmo vivo. Al final, fueron cayendo, de uno en uno, hasta colocarme en un séptimo puesto que mantendría durante toda la última vuelta y que, para mí, es un éxito, incluso parecido a cuando en Kalmar conseguí la clasificación para el Ironman World Championship de Kona (Hawaii) en 2015…

Por lo que puedo decir… ESTOY DE VUELTA!!!