664.- Traiciones y demás

Por Lola Fernández. 

Una famosa y bonita canción de Gabinete Caligari dice: Voy camino Soria/ Quiero descansar/ Borrando de mi memoria/ Traiciones y demás/ Borrando de mi memoria/ Camino Soria… Y la verdad es, ahora que por la actualidad política se me viene a un indeseable primer plano la traición, que creo que se trata de algo casi imposible de olvidar, aunque estés a orillas del Duero, pues   experimentarla te provoca sentimientos muy difíciles de borrar de la memoria. Hay muchos tipos de traición, y múltiples maneras de ser traicionado, pero generalmente provoca decepción, rabia, tristeza, dolor, incredulidad; aparte de pillarte siempre por sorpresa, desprevenido y con la guardia bajada. Cómo vas a estar en guardia cuando confías en alguien, me pregunto, pero lo peor es que, cuando te defraudan, suele ocurrir que ya no sólo desconfías de quien te traicionó, sino que la desconfianza la generalizas, y es así como algo negativo por parte de los demás acaba por perjudicarte e influenciarte para mal. Entiendo que la falta de lealtad, la infidelidad en todos los sentidos, pueda crear y generarnos una serie de emociones perjudiciales y adversas, pero si se piensa fríamente, el que tendría que sufrir es el traidor, no la persona traicionada; es el que falla el que debiera ver resentida su autoestima, no al revés, y si uno no hizo nada mal, no sé por qué ha de terminar actuando a la defensiva. Todas las experiencias, las peores incluso más, deberían servirnos para aprender, aunque nunca desde el resentimiento, porque eso es malo para nosotros, y al que traiciona le importa un bledo.

Foto: Lola Fernández

Quien más, quien menos, seguro que todos en algún momento habremos estado enganchados a alguna telenovela, sudamericana, turca, española, todas me valen como ejemplo, y habremos comprobado que los malos van tejiendo un entramado de mentiras y traiciones sin que nadie los descubra, logrando que los buenos, que nunca se enteran de nada, sufran las consecuencias de tanta trama urdida en las sombras. Y lo que más rabia da es que, cuando por fin se descubre la verdad y se les caen las caretas a los traidores y mentirosos, después de un millón de capítulos pasándolo mal por su culpa, entonces, en cuestión de unos pocos minutos, se acaba la telenovela, sin dar nunca la ocasión de disfrutar el sabor de la venganza, aunque sólo sea porque haya un equilibrio emocional y dar salida a tanta frustración creada con anterioridad. A veces pienso que los guionistas de este género televisivo son auténticos sádicos que buscan, con tanto melodrama, que los espectadores padezcan tanto como los protagonistas. De todos modos, eso es pura ficción, lo detestable es tener que vivir estos sentimientos en la vida real, y no poder dar marcha atrás en el tiempo para, sabiendo ya lo que se desconocía, evitar ser engañados. Podemos aprender y tener incluso la suerte de no volvernos desconfiados, aunque lo más frecuente es que nos vuelvan a traicionar más veces a lo largo de la vida, porque ser traicionero es lo más fácil en este mundo: basta rodearse de gentuza de la misma calaña, ir por delante a base de mentiras, provocando situaciones que de otro modo no se darían y reírse un poco a costa de alguien que vive al margen de tanto engaño con alevosía. Dice el refrán que quien ríe el último, ríe mejor, y aunque no nos dé demasiado tiempo para que el rencor encuentre satisfacción, al menos siempre nos quedará la opción de coger el camino de Soria o pasear por la orilla del mar, tratando de que no nos quede ninguna memoria de traiciones y demás.

 

P.D.: ¡Les deseo el mejor de los veranos, y nos vemos en otoño!