669. Jane Goodall

Por Lola Fernández. 

Empecé la carrera de Psicología en la Universidad de Sevilla, la continué en la de Deusto, privada, porque por entonces aún no existía la pública Universidad del País Vasco, y la acabé en la de Granada. Me hubiera gustado especializarme en Etología, pero para ello tenía que irme a la Universidad de Salamanca, y, como no me era factible, acabé orientándome hacia otros aspectos de la Psicología. La Etología no estudia comportamientos animales sin más, sino que es una psicología comparada, que confronta las conductas del animal con la del ser humano, para entender cómo nos ha afectado la evolución; y en esta ciencia siempre he sentido predilección por una mujer que acaba de dejarnos, Jane Goodall. Centrada en el estudio de los chimpancés, ha conseguido logros espectaculares y hay un antes y un después tras sus estudios y sus observaciones, que supusieron una auténtica revolución en la Primatología. Escucharla hablar, tan centrada, tan pausada, tan amable, con esa elegancia que la caracterizó siempre, incluso en plena selva de Tanzania, era todo un placer, y sin levantar la voz era un auténtico referente en el activismo por la conservación y los derechos de todos los animales, sin olvidar su lucha permanente por la educación ambiental y la promoción de la biodiversidad y la protección de la sostenibilidad, que no es más que cultivar el respeto hacia el planeta que habitamos, y hacia los animales que nos acompañan. Ha muerto a los 91 años, en plena gira de conferencias, porque, aunque ya no viviera en la selva, en donde estuvo durante más de 60 años, desde los 26 con los que se instaló en ella, nunca ha dejado de trabajar, siendo considerada una de las científicas con mayor influencia en la historia, y, algo muy importante, inspirando a generaciones que continúan con su labor proteccionista del medio ambiente y la naturaleza.

Cuando llevaba un tiempo con sus estudios de campo, volvió a Cambridge para estudiar, pero no llegó a terminar la carrera universitaria, porque la Universidad le permitió doctorarse en Etología, excepcionalmente, sin los previos estudios de grado, gracias a los extraordinarios descubrimientos que ya había realizado con los chimpancés salvajes. Ella recordaba que los profesores le regañaban porque pusiera nombres a los animales, en vez de usar números como hasta entonces, así que pasó de aulas y corrió de nuevo a la selva, a seguir estudiando sin prejuicios y cambiando de manera radical la comprensión tanto de los animales como de los seres humanos. Gracias a ella, hoy sabemos que los chimpancés usan herramientas, y su fabricación y empleo no es exclusivo de los humanos; que no son animales salvajes carentes de inteligencia, sino que poseen un rico mundo emocional, con sentimientos, sensaciones y relaciones que permanecen en el tiempo; que tienen una personalidad propia y diferenciada, en una compleja organización social, en la que son capaces también de la guerra y de conductas de canibalismo. Consiguió, con sus revolucionarios descubrimientos, que la sociedad en general y la ciencia en particular perciban de modo diferente a los primates, y haya una mejor y más profunda conexión entre ellos y nosotros, los seres humanos. Viendo imágenes del abrazo de un chimpancé a Jane, antes de adentrarse en la selva tras ser liberado, siento que es una comunicación de alma a alma, cuando no se necesitan palabras y hay tantísimo respeto mutuo. Jane Goodall nos ha dejado, y ello ha sido un motivo de gran tristeza, pero su obra permanecerá y su activismo ha sembrado una semilla que sin duda germinará y será vida futura.