Por Lola Fernández.
Entre lo que se desea y finalmente se consigue, entre los sueños y las realidades, hay todo un mundo, no infrecuentemente teñido de decepción. Me topé inicialmente con el concepto de los afanes en la primera novela de Luis Landero, Juegos de la edad tardía, de muy recomendable lectura para quienes no la conozcan. El autor lo aplicaba a ese deseo de obtener grandeza y realizar obras notables, en no pocas ocasiones seguido de la frustración y la tristeza que nacen del fracaso en tales expectativas, de la enorme distancia entre lo soñado y lo logrado. La misma idea, aunque mucho más poéticamente expresada, la conocí muchos años antes a través de Luis Cernuda y su obra La realidad y el deseo, compilación de su poesía, en la que resalta el choque de dos fuerzas opuestas: el deseo, que te potencia y te eleva a los cielos, por una parte; y la realidad, que te hace poner los pies en el suelo, por así decirlo, por otra. A mi manera de verlo, se podría hacer una similitud entre las propuestas artísticas y las premisas científicas, de modo que se vea al artista como el soñador, y al científico como el realista. Y es verdad que los artistas no tienen nada que probar, cosa reservada para los científicos, que sin pruebas se convierten en unos cuentistas; pero no es menos cierto que, antes de sacar conclusiones a través de la experimentación, la ciencia también ha de idear e imaginar, elementos básicos en el creador de sueños.

Para ver arte no contamos solamente con los museos, al igual que la ciencia no se encuentra sólo en los libros, y en ambos es igualmente esencial la observación del mundo natural que nos rodea. Observar es elemental y absolutamente necesario en artistas y científicos, con la diferencia fundamental que aporta la mirada de ambos. No mira igual un pintor que un físico, por ejemplo, y por eso no ven lo mismo, ni expresan sus conocimientos de manera semejante uno y otro. También en ambos casos se precisa recibir por nuestra parte sus miradas adecuadamente, en el caso del arte con un filtro subjetivo muy importante, que suele ser inexistente a la hora de entender lo que nos enseña la ciencia. Seguramente ello se debe a los distintos elementos con los que trabajan: nada tiene que ver una visión personal artística elaborada a lomos de sensaciones, emociones y sentimientos, con las leyes generales y los principios científicos. Sin embargo, los afanes son aplicables tanto en unos como en otros, y no me imagino un artista carente de conocimientos aprendidos a partir de la ciencia, especialmente a la hora de desplegar su talento a través de diversas habilidades técnicas; como sé que un buen científico ha de servirse de una idea, que guíe su búsqueda de respuestas a modo de inspiración. Como muestra me quedo con la obra de la imagen de esta semana: sin conocimientos científicos y sin arte sería impensable esta escena de la vida cotidiana en pequeñas esculturas que embellecen una fuente preciosa. Y al final lo importante es que nos guste y que funcione, que es tanto como decir que esta vez los afanes se culminaron satisfactoriamente, para el placer personal del diseñador, del escultor, y de quienes sepan ver, disfrutar y descubrir lo que la mirada del artista quiso plasmar, sirviéndose de su talento personal y con la ayuda de los conocimientos de ingeniería y arquitectura precisos para que resulte un bello conjunto funcional.
