Por Lola Fernández.
Si un fantasmón es quien presume de algo, exagerando o mintiendo, y los fantasmas se ven pero no están, o están pero no se ven, que lo mismo da, Baza no es ajena a las fantasmadas, créanme, y hay algunos asuntos en concreto sobre los que se miente más que hablar, periódicamente a lo largo de los años, sin sonrojarse, así, por toda la cara, que es tan dura que no parece que pase nada de nada. A saber, así por encima, cuántas veces se nos ha dicho que el tren volverá, cuando la única certeza es que se lo llevaron y desmantelaron paulatinamente toda la infraestructura asociada y necesaria. Cierto que la esperanza es positiva, y el deseo nunca se pierde, el del regreso y el de creer su promesa, por más que ya huela a puro cuento; pero también es verdadera la desconfianza y real el pesimismo, para qué decir lo contrario. Y en cuántas ocasiones hemos escuchado que la Alcazaba se va a restaurar, con concursos internacionales incluidos, que no sé qué pasaría con el proyecto italiano ganador hace ya unos lustros, cuando la auténtica verdad es que hay poco que renovar, no nos engañemos. Y algo muy parecido podemos apuntar sobre la reforma del Palacio de los Enríquez, que no llevo ya ni la cuenta de los futuros usos, de las partidas para esto o lo otro, de los sueños de una noche de verano, que se desvanecen al despertar, y todo lo que gusten ustedes mismos añadir, que seguro que se les ocurren muchas cosas.

Ya sabemos que las promesas políticas son más baratas que la carne de cerdo actualmente, con la peste porcina: vamos, que son absolutamente gratuitas, porque nunca se responde por su incumplimiento; pero lo más curioso es que a veces lo prometido surge de portavocías de cargos diferentes pero de las mismas personas, que está claro que hay quien entra en política para no irse ni de broma, aunque no lleguen nunca a donde imaginaron. Sin embargo, me pregunto si no se les cae la cara de vergüenza, porque yo misma siento sonrojo al escuchar mil veces lo mismo, sabiendo, quien habla y quien escucha, que da igual si se aportan partidas económicas, porque no se irá más lejos de un simple blanqueo y un marear la perdiz. Propongo que, si hay dinero para nuestra ciudad, se invierta en cosas reales que se presentaron como el no va más, y ahí andan medio en el olvido, con ocasionales visitas de grupos escolares, colectivos de mujeres o de personas mayores, turistas despistados, no sé, pero sin demasiada vida, programaciones y actividades. Pienso, por ejemplo, en los Baños Árabes, en el Centro de Interpretación de la Cultura Íbera, o incluso en el mismo Museo Arqueológico; estoy segura de que les vendría de perlas más ayudas, para tener mayor protagonismo cultural en Baza, que no basta con existir, sino que se precisa estar vivos y coleando. La imaginación al poder, incluso aplicada al día a día de nuestra cultura, que no puede quedarse limitada a la Semana Santa y al Cascamorras, por importantes que sean. Ya hace mucho tiempo que habría que haber hecho jardines en la Alcazaba, integrando los escasos elementos arqueológicos originales que quedan, y animando a los bastetanos a visitarlos; y del mismo modo, los jardines del Palacio de los Enríquez hace décadas deberían haberse unido a la aledaña Alameda. En cuanto al tren, qué quieren que les diga, me habría bastado, en tanto llega, una buena comunicación de autobuses con la estación ferroviaria de Guadix. Y es que cuando el panorama se torna sombrío, nada como abrir una ventana por la que entre la luz y se pueda ver el cielo, que es casi tan importante como ir más allá de compromisos repetidos que saben a mentiras, y pelear por realidades tangibles.
