458. Imposible de creer

Por Lola Fernández Burgos

No me entra en la cabeza que dialogar sea una empresa imposible, o casi suicida para la clase política en estos tiempos tan feísimos, de enfrentamientos territoriales, y especialmente de cerrazones mentales y poca categoría humana entre nuestros representantes. Bueno, representantes de algunos más que de otros, porque a mí no me representa un gañán cualquiera. Y lo peor es que esos cazurros son los que marcan el ritmo y las maneras de nuestro presente más inmediato. Es que es verdad que no alcanzo a entender que un tema como el de Cataluña no se haya resuelto ya de una vez hace años, y se haya permitido que envenene la actualidad y el curso parlamentario. Que se haya dejado, incluso, que sea el causante de que nuevos partidos políticos con gran futuro, se vean ahora peor que nunca y con expectativas aún más pobres. Imposible de creer que una nacionalidad, o como guste de llamarse, que a mí eso me importa un bledo, en la que no hay una mayoría que desee una ridícula independencia a estas alturas de siglo, sea la protagonista y se haga además tan mal que se esté casi logrando que ese absurdo deseo sea mayoritario. No comprendo que no se cogiera el tema recién esbozado y se acabara con él sin más, que su solución se haya dilatado por años, que se haya utilizado la voz de lo penal en vez de recurrir al dialogo antes de poder aplicar ordenamiento ninguno. Sin olvidar que hasta se ha demonizado la intención de dialogar. Me parecería muy bien tomarse en serio el deseo de un pueblo, cuando es éste el que hable. Pero ya me dirán ustedes qué seriedad tiene algo para tomarlo en cuenta, cuando menos de la mitad lo pide. Es una falta de respeto para con todos: la minoría, la mayoría, y el resto del país.

Me parece mentira que las magníficas instancias de nuestro Estado no hayan sido capaces de solucionar un problema que empezó siendo menor y ahora es lo suficientemente grave como para tener dividida a la población catalana, a los grupos políticos de Cataluña, y a los de España. Y lo peor, que gracias a él se haya dado fuerza a voces radicales y descerebradas de la más extrema ultraderecha, logrando además lo que parecía casi imposible: hacer que la derecha de toda la vida haya perdido el centro, y no ya sólo la centralidad de la que presumía, y que yo nunca vi por ninguna de sus siglas, sino el mismo rumbo; pues los nuevos dirigentes me parecen tan radicales o más que los mismos paletos de la extrema derecha. Si no fuera para llorar, me reiría, porque es imposible mayor ineptitud. Pero el miedo me borra la risa antes de nacer siquiera. Y más que un miedo personal, que a estas alturas de edad no siento ni de broma, es un miedo por la colectividad. No se puede tomar a la ligera el auge de los nacionalismos conservadores completamente extremistas; y lo que veo es que se hace eso y algo peor: se trata de justificar. Pero hay que recordar otras etapas históricas de sinrazón, en las que estos ultranacionalismos hicieron mucho daño a la misma humanidad y al progreso social. Y es imposible de creer que la mentira política, siempre existente pero más o menos disimulada, campe desvergonzada a sus anchas, sin pretensiones de engañar a nadie. No se miente diciendo que se dice la verdad; se miente con descaro, como en una competición de a ver quién miente más y con más seguidores de las mentiras. Porque ahora da igual si dejas en evidencia al mentiroso; aun así, sus seguidores le aplauden y participan de esta farsa en la que nos vemos inmersos por no tener políticos que den la talla y busquen soluciones a los problemas. Porque por más que no lo podamos creer, ahora lo más que se busca es revolver más las aguas, que ya se sabe que a río revuelto, ganancia de pescadores. Y lo más triste es que nosotros somos la pesca que los listos se zamparán.

457. De gorriones y demás alegrías

Foto_ Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Avanza el invierno, ya casi se huele la primavera. El campo está maravilloso, con los árboles en flor, motivo de inspiración para poetas, pintores y todo artista que se precie. No hay nada que me dé más alegría que ver y escuchar a los gorriones, porque cada día es más difícil por estos lugares. No sé por qué, pero cada vez son más escasos. Bueno, sí sé por qué, que para eso están lo entendidos que nos hablan de su peligro de extinción y las causas de ello, pero es que me niego. Cuando algo no gusta, ni se atiende; se ignora por completo, porque duele, porque no se debe a nosotros, porque nada se puede hacer para evitarlo.  Cuando algo no gusta, nos desgarra el corazón, y nos vence a la primera, o a la segunda; pero nos vence, que es terrible. Lo peor de todo es cuando sentimos esa impotencia consciente de que no hay nada que hacer por nuestra parte, y se trata de algo que nos importa muy de verdad. Que ya se sabe que nada es igual en su esencia e intensidad; que hay cosas y temas que nos son indiferentes, otros que nos afectan más pero sin mayores implicaciones; y aquellos otros en los que se nos va la vida. Y para mí, los gorriones son un caso aparte. Si algún día desaparecieran, se iría con ellos mi alegría, de eso no hay ninguna duda.

Foto_ Lola Fernández

Somos simples, porque nos basta muy poco para estar dichosos. Como nos basta aún menos para la desdicha total, pero eso lo dejamos para otra ocasión. Y en esa sencillez se encierra la mayor de las complejidades, la humana, que ya nos vale. Y para sentirnos bien es más que suficiente un paseo en estos días en que florecen los almendros por esos campos de nuestra tierra. Es un milagro que por mucho que se repita anualmente, jamás dejará de dejarme extasiada. Imposible no quedarme enamorada con el milagro de la floración invernal. Se visten los campos de color, y una se siente privilegiada, no sé si como una tonta total, pero privilegiada al fin. Y creo que en esto coincido absolutamente con los gorriones, esas pequeñas aves tan indefensas como hermosas. Dentro de nada llegara el tiempo de los amores entre los pájaros; ese ritual de juegos, apareamiento, puesta de huevos, incubación, cuidado, cría y otra vez a empezar. Porque en nada llega la primavera, esa que ya se huele, y el amor es una constante acrecentada entre los seres vivos en esa estación. Pero el amor entre los pájaros, entre los gorriones, es la mar de escandaloso. Se diría que es un sentimiento que quiere que todo dios se entere de que existe; nada de puertas adentro, o de nidos escondidos. El amor entre los pájaros es un bullicio que a veces te da ganas de que llegue de nuevo el invierno, y el silencio. Ya se sabe, nos basta muy poco para la queja, y el ruido es de lo que más molestias nos provoca. Aunque bienvenido este jaleo feliz que pronto será vuelos, preparación de nidos, escandalosos jolgorios de piares sin fin. Bienvenida la felicidad de la vida nueva, aunque no se calle, que ya habrá tiempo para el muermo silencioso.

456. Efímera alegría

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Salgo a la terraza y respiro el aire de la mañana, y con él, un presagio de primavera. Pero aún queda un largo mes de invierno, así que la alegría que siento es tan ficticia como efímera. Es el sino de estos tiempos que corren, me digo para mis adentros: un sino que es más desatino que otra cosa; un tiempo que no se llega a acompasar al ritmo de la mayoría de la gente; y una carrera que ni se sabe cuándo empezó, ni por qué existe, y ni a dónde nos conduce. Llevamos años de tristeza; para empezar, económica, que es la madre de casi todas las tristezas; y aunque nos dicen que eso ya está cambiando, no veo yo más alegría que la que no es verdadera. Y todo ello sin entrar en abstractas consideraciones sobre la imposibilidad de la felicidad, habiendo tanto feo en este mundo nuestro. No hacen falta demasiadas disquisiciones para encontrarse con la fugacidad de lo placentero, y con la ficción de su sustento. Hubo un tiempo en el que había menos luz, seguramente, pero tal vez entonces nos sentíamos más cercanos todos, y nos alegraba el verano una tonta canción; o juntos nos sentíamos agraviados por el poco éxito de nuestra elección para Eurovisión, que es increíble pero aún persiste, como la costumbre de echarle la culpa del perenne fracaso a factores políticos que nos hacen sentirnos país, y esta vez sin diferentes banderas. Hay que ver las cosas que tenemos, que parecemos estar siempre en guerra, pero llega el fútbol o algo como un certamen euro-televisivo, y nos sale la vena española, sin fisuras, sin colores, sin odios. Somos raritos, pero ahí vamos tirando. Y yo espero que alguna vez el orgullo nos venga por Cervantes, o por Picasso, o por el mismo Lorca; o por Goya, o por Velázquez, o por tantos españoles universales cuyo nombre hace que se piense automáticamente en España.

Foto: Lola Fernández

Y sigo pensando que entonces, que es un pasado de décadas, nos parecía estar más unidos; igual es que veíamos una única cadena de televisión, o una emisora de radio, y poco más. Tal vez aquello nos hermanaba en la pobreza, porque me parece como si entonces fuéramos pobres en todos los sentidos. El vestido de domingo, los zapatos de fiesta, el programa de radio o de la tele, el partido de la semana, no sé. Llegaba el verano e íbamos a la piscina, o a la playa, pero casi éramos un calco los unos de los otros; nos emocionaba la misma película, el mismo ritmo de la temporada. Después pasó el tiempo, y, con más progreso y más riqueza, es como si nos fuéramos distanciando y convirtiendo en desconocidos. Ya no sabemos nadie dónde veraneamos el resto, ni qué películas nos roban el sueño, o qué canciones suenan por nuestros auriculares. Es un tiempo de vivir a solas y para adentro. No hay canciones de verano; a lo sumo, el meme de la semana, o el tuit del día. Todo es un recordatorio de que, en la época en que más medios de relacionarnos existen, es cuando más solos estamos, y más enfrentados, y menos unidos, aunque sea por algo tan efímero como un partido de fútbol, o una boba melodía que a la postre será la banda sonora de algún verano de nuestro pasado. Y me pregunto si es que los efímeros y ficticios somos nosotros mismos, que olvidamos que la esencia de las cosas es permanente, y que las prisas no son buenas, y mucho menos para sentir. Que los sentimientos son para saborearlos despacito, dejando que la emoción nos inunde y nos cale hasta los huesos. Y miro el paisaje y veo que nada es fugaz o inventado, que las montañas tienen una historia de miles y millones de años, y que el agua sigue un curso que se abre camino a través del tiempo; y pienso que lo realmente importante está ahí, a nuestro alcance, si sólo sabemos mirar, sin quedarnos varados como barcos en la orilla. 

455. Esta casa es una ruina

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Esta casa es una ruina es lo que podríamos exclamar respecto al patrimonio monumental de nuestra amada Baza. Por más que se denuncie el deplorable estado de los distintos elementos patrimoniales que nos hablan de un rico pasado histórico bastetano, lo cierto es que las denuncias sobre el abandono y las demandas de soluciones para que esta situación cambie, sólo caen en saco roto, porque son ya muchos años pretendiendo revertir esta realidad, y se consigue poco, muy poco, por no decir directamente nada. Es una pena comprobar que las promesas y todo lo que se ha dicho respecto a invertir en reformas, o al menos en prevenir la ruina total, no son más que mentiras. Hay que ver qué poca vergüenza tienen los políticos, de todas las administraciones, porque de todas ellas han hablado para decir cosas que jamás se han cumplido. El caso es que mientras esto se denuncia, el curso del tiempo sigue haciendo estragos, y la verdad es que hay determinados monumentos de nuestra ciudad por los que da miedo pasar, por temor a que se derrumben encima de nosotros. Que digo yo que si no reforman, al menos que prevengan una desgracia, porque no hay que esperar a ella para poner medios y evitarla. Con sólo tener un poco de memoria y recordar los proyectos ganadores, los planes futuros, las próximas reformas, etcétera, es desolador. Pero parece que el olvido sólo campa entre quienes prometieron, y para con los monumentos sobre los que se hicieron las promesas. Mientras, Baza poco puede ofrecer a los visitantes respecto a una muchas veces vendida riqueza patrimonial digna de una oferta que no sea pura pamplina. Son un puñado de patrañas que quienes las lanzan saben de antemano que no pasan de ser precisamente eso, patrañas; o sea, puro invento y descarada farsa.

Foto: Lola Fernández

Pero como el patrimonio monumental está en ruinas, hubo quien dirigió su mirada al patrimonio natural, a nuestra maravillosa Sierra de Baza, para seguir presumiendo patrimonialmente hablando, que eso es signo de riqueza y diversidad. Pero ay, resulta que nada se hace para que año tras año sea expoliada impunemente por mafias organizadas, caso de los níscalos, que por aquí he denunciado en alguna ocasión. Es una pena que la Administración, y en cada uno de sus niveles, no haga nada para proteger nuestro Parque Natural. Y qué decir de las plagas que afectan a la masa arbórea, sin control y sin medidas efectivas para evitar que sean ya, según los últimos datos, 600 hectáreas las afectadas por el muérdago, a lo que hay que añadir el resto de ataques parasitarios. Recuerdo que hablaron de unas charlas informativas y poco más. Señores, que no nos importa conocer nada sobre plagas que no sepamos ya, que lo importante es acabar con ellas, para lo cual es evidente que se necesitan soluciones, no conferencias. Al final tendremos que decir también algo así como esta sierra es una ruina… Menos querer vender humo, y más amar lo nuestro y defenderlo de todo tipo de ataques, ya sea el paso del tiempo, ya sean las plagas, la sequía, el expolio, y todos esos factores negativos que se conocen de sobra. Claro que se conocen de sobra, puesto que no faltan voces y asociaciones que están hartas de avisar de la necesidad de medidas urgentes para evitar que Baza se quede sin patrimonio de ningún tipo, que viendo cómo vamos y lo poco que se hace por parte de los únicos que pueden hacerlo, no sería nada extraño, por desgracia.

454. En estos tiempos

Por Lola Fernández Burgos

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y cuando veo el curso de los días, con el ambiente hostil de un avance en nuestra sociedad de los partidos de ultraderecha, no me cabe la menor duda de que es absolutamente cierto. El ser humano no aprende de sus propios errores, es incapaz de mirar la Historia como un referente para saber qué se puede y qué no se puede repetir. Cuando aún hay quien niega el holocausto nazi, esa terrible realidad que acabó con seis millones de judíos, por el simple hecho de serlo, en esta Europa nuestra tan necesitada de renovación, vuelven las ideas xenófobas y el odio al diferente a no tener vergüenza de ser expresadas, dando la ínfima medida del valor moral de quienes las emiten. Claro que cómo hablar de moralidad en estos tiempos, cuando mueren de frío niños hacinados en campos de refugiados, que deberían más bien llamarse campos de abandonados a su mala suerte. En estos tiempos en que, en vez de luchar políticamente por el progreso en derechos humanos, se vocea que hay que ir para atrás, como si no tuviera importancia que antes de nosotros hay quien incluso dio la vida para conseguir un mundo mejor para todos. En estos tiempos en que en vez de estar al lado de quien lo necesita, se trata de hacer que lo necesite aún más. Porque si no, no se entiende que mientras cada día nos asesinan a las mujeres, por el simple hecho de serlo, en vez de tratar de evitarlo, se digan atrocidades que sólo conseguirán incrementarlo. Hay determinados asuntos con los que no cabe jugar, porque quien lo hace, y con una escalofriante frialdad y necedad, se convierte en cómplice de los verdugos, en lugar de ponerse al lado de las víctimas. Miedo da, y vergüenza, y una nunca deja de sorprenderse de hasta dónde puede llegar el ser (in)humano en su propia imbecilidad. Lo triste es que de nada ha servido toda una evolución, cuando empiezan a tocar poder los más idiotas, cuando de lo que se trata es de la supervivencia de los más inteligentes. Algo debe de ir mal, porque si no, es imposible comprender la errática evolución de esta sociedad nuestra.

Es que dan ganas de llorar viendo el curso de los días, donde la sinrazón parece moverse a sus anchas, atreviéndose a gritar por encima de la cordura, que ni siquiera puede hacer mucho más que mantenerse callada. Imposible comprender que la juventud, esa que es el futuro, pueda permitir que, en vez de progresar, se busque la involución, el ir para atrás. Porque es que para atrás, no hay que ir ni para coger impulso. Y si hablamos de derechos civiles, es completamente de necios y retrasados querer acabar con ellos e implantar situaciones de desamparo. Porque lo que es bueno socialmente, lo es para todos y cada uno de nosotros, hombres y mujeres que sólo pretendemos dejarle un mundo mejor a nuestros descendientes. No se puede consentir la estrategia del cangrejo, el ir acabando con lo que es bueno, y que además supuso una lucha en su conquista. No es de recibo que la ultraderecha avance ni un solo espacio de negación de progreso, ni aquí en nuestro país, ni en ninguna parte. Porque es ser peor que el burro, que nunca ha de tropezar más de una vez en la misma piedra, y eso que lo llaman burro. Que lo haga, y no dos, sino tres y cuatro y muchas más veces, el que se autodenomina ser más inteligente entre los animales, es para reírse, si no fuera porque los errores de este tipo provocan mucho sufrimiento a quienes se ven perseguidos por ellos. Esperemos que la inteligencia y los principios humanos venzan finalmente y puedan impedir el imperio de la inhumanidad y la imbecilidad suprema.

453. Amén

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Que no pasar frío o poder comer sean hoy en día lujos para algunos, me parece absolutamente indignante. Si además resulta que esos algunos son, según la Cruz Roja, un millón de personas, sólo entre los atendidos por dicha ONG, es que ya me quedo sin palabras. Pero en qué tipo de sociedad vivimos, que hay miles y miles de pobres seres humanos viviendo en la calle, y son millones lo que, aunque tengan un techo, malviven. Es que no puedo comprender esto; mi capacidad de razonamiento no me da para alcanzar a entender cómo es posible que haya tantos niños y niñas, pues son quienes lo pasan peor en estas situaciones, que no puedan vivir con las mínimas necesidades básicas resueltas. Pero si hasta las mascotas viven de ensueño, sin tener más problema que con qué juguete divertirse, o cuándo irán hasta los recipientes en los que nunca falta nada para saciar su hambre o su sed. Es verdaderamente vergonzoso que la Iglesia, y me acuerdo de ella porque su razón de ser es estar junto a los pobres y los más necesitados, no dedique a ellos todo su dinero; ese que es nuestro, pues lo reciben de un Estado que se define como laico, pero mantiene innumerables privilegios para con ella. Sí, así es, empezando por destinar de los Presupuestos Generales un buen pellizco para esa Iglesia que, en lugar de enviarlo mayoritariamente para Cáritas, por ejemplo, lo dedica a financiar periodistas radicales, que sólo vocean su falta de valores personales y su desconocimiento de lo que es la dignidad humana. Lo he dicho desde aquí en más de una ocasión: no quiero que el dinero de todos vaya para una Iglesia que no está nunca con quienes le manda estar su doctrina y su credo. Si no son los primeros en dar ejemplo, que no lo son, cómo poder mantener a tanto sacerdote que no cumple con su obligación… Es que no es de recibo, por ser totalmente inaceptable, que la Iglesia salga más en las noticias por repugnantes delitos contra los más pequeños, sin que parezca que haya de pagar por ello como cualquiera que no viva con el amparo de un templo, que por estar allí donde más se la necesita.

Es verdad, aunque sea una triste verdad, pero la Iglesia le paga más a quien sólo siembra odios, lo cual es un pecado, que a quien se deja los días trabajando por los pobres. Ahí están las cifras de lo que dedica a emisoras de radio y cadenas de televisión, frente a lo que le da a una entidad humanitaria perteneciente a la Iglesia católica, como es Cáritas. Podemos decir que esta última sólo recibe limosna, y la verdad es que no hay derecho. Como es tristísimo y verdadero que no dejan de aparecer casos y casos de pederastia por parte de religiosos, que a veces no llevan ni a su expulsión de la Iglesia cristiana más numerosa, la católica. Ahí siguen, muchas veces amparados por la prescripción de sus delitos, y otras veces ni se sabe por qué o quién, pero ahí siguen. Sabiendo que hay sacerdotes decentes y con auténtica vocación, y salvándoles de una generalización que sería injusta, no puedo admitir que, a estas alturas de Historia, hayamos de soportar, y soporten ellos, una situación tan aberrante. Yo desde luego quiero una Iglesia que siga la doctrina de Jesucristo, y se deje de rondar el espacio de los poderosos, para estar con los que viven mal por culpa de ellos. Creo que todos los curas deben de saber muy bien, pues creyentes se les supone, que Jesús estuvo siempre lejos del poder y con los más pobres; que incluso dio la vida por ellos, así que ya deberían seguir el ejemplo de quien tendría que guiar sus conductas. Y si amén significa que así sea, no tengo dudas sobre cómo titular este artículo.

 

452. A la deriva

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

No sé a ustedes, pero a mí se me encoge el corazón cuando escucho las noticias que me hablan de la inmigración irregular que llega a diario a las costas andaluzas a bordo de pateras que dan de comer a repugnantes mafias. Estas no dudan en lanzar a personas desesperadas a un océano que da miedo, con embarcaciones más frágiles que una cáscara de nuez en la orilla de una playa, y con falsos flotadores corporales que, en caso de naufragio, sólo absorben agua y empujan a los pobres desgraciados al fondo. Verdaderamente es una realidad terrible que crece exponencialmente año a año, con cifras que señalan que unas 50.000 personas arribaron el año pasado al litoral andaluz, procedentes de Marruecos, Guinea y Mali, especialmente, por el Estrecho de Gibraltar o por el Mar de Alborán. A ese número hay que sumarle los muertos, que son varios miles, por supuesto muchas más vidas ahogadas que las que se sabe, porque es muy difícil la exactitud en este tema tan triste. Realmente hay puntos de nuestras costas que nos permiten avistar las africanas, y si estás huyendo de situaciones horrorosas, es una lógica tentación tratar de salvar la distancia y alcanzar la otra orilla, esa que se supone te va a dar una nueva vida más gratificante. Pero es que hasta las aves migratorias saben que han de esperar el momento preciso y más propicio para lograr el objetivo de llegar al otro lado, y eso que cuentan con alas. Los pobres inmigrantes no saben volar, ni, la mayoría de las veces, nadar; y las mafias que les engañan y les roban mucho, a cambio de precarias embarcaciones que no es raro que zozobren bajo un sobrepeso insoportable, no entienden de momentos favorables. Para ellos sólo vale coger el dinero y negociar nuevas tandas.

Después del frío y el miedo, si logran sobrevivir, no tardan mucho en descubrir que aquí no está el paraíso soñado. Esas pateras, a rebosar de ilusiones, se estrellan nada más llegar. Esas barquitas de plástico, porque es que a veces no son ni de goma, van llenas de hombres, mujeres y menores, que serán atendidos médicamente si son rescatados en alta mar. O en la orilla, donde además serán interceptados por las Fuerzas de Seguridad al alcanzar las playas, para ir a dependencias policiales, ser trasladados a diferentes puertos, y enviados a centros de acogida; que de acogedores sólo tienen el nombre, pues más se asemejan a cárceles en los que se hacinan sin futuro. Desde luego, es muy sacrificada y encomiable la labor de estas personas, y de las ONG´s, como la Cruz Roja, que se dedican a ofrecer un poco de humanidad y ayuda a personas que llegan en condiciones verdaderamente lamentables. Pero algo falla y no son sólo los inmigrantes los que van a la deriva. Porque esa humanidad se da sin dudar en la gente corriente con respecto a las personas que llegan así a nuestro país, y sólo hay que recordar imágenes de los testigos de la llegada de alguna patera, cómo les ayudan a escapar de las Fuerzas de Seguridad. Pero una cosa es la gente normal, y otra la anormal que conforman ciertos partidos políticos que abordan este tema hablando de invasión. Ay, vaya invasores, muertos de frío, de sed, de hambre, medio muertos y trasladados, a donde no molesten, nada más llegar. Yo creo que la invasión es más bien la de esos partidos de ultraderecha que hablan de expulsión de estos pobres que buscan refugio y huyen de condiciones tan malas que no dudan en escapar jugándose la vida. Pero ese es ya otro tema…

451. De estreno

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Estamos de estreno, como cada mes de enero: se nos va un año, y empezamos otro nuevo. Y ello siempre conlleva, lo sabemos muy bien, que nos hacemos mil planes y más propósitos de enmienda. No es nada negativo, antes al contrario; y si el tránsito de un año a otro es una ocasión para ello, bienvenida sea. Entre los objetivos a cumplir, todo un clásico es cuidarnos físicamente y soltar el lastre que invariablemente se nos pega al cuerpo durante las navidades, fiestas gastronómicas donde las haya: porque mira que se come y que se bebe en estos días, madre mía… Y para perder el exceso de peso, nada mejor que pasear: caminar por nuestra Baza querida es la oportunidad de disfrutarla, a la vez que practicamos saludables conductas. Y ello es lo que he hecho desde que regresé a nuestra ciudad, acabada ya la Navidad. Aunque lo cierto es que los paseos y las caminatas me han sido más útiles para la tarea de soltar gramos, porque curiosamente se engordan kilos, pero se adelgazan gramos, que para el deseo de deleite para los sentidos.

Foto: Lola Fernández

Les hablé en otra ocasión de lo poco apropiado que me parece gastar un montón de dinero en una rotonda, que puede estar bellísima sin necesidad de demasiado desembolso económico, máxime en tiempos en que el dinero de todos es más adecuado invertirlo en los más necesitados, que ahí están. Bueno, el caso es que esa rotonda en la avenida de Murcia, se estrenó después de meses de trabajar en ella, aún no sé para qué se necesitaba tanto tiempo. Al final es una fea fuente que casi nunca tiene agua, unas plantas secas, un césped mal cuidado que da un aspecto pésimo al conjunto, un escoramiento raro; y la coronación de todo, el escudo del Ayuntamiento, que ni siquiera de Baza, como una guinda que certifica la autoría de semejante proyecto. Pero es que lo peor no es la rotonda, que ya es difícil superar ese desaguisado. Es que se inauguró completada con el paseo frente a ella, que se suponía iba a ser poco menos que un vergel, camino de la residencia municipal de mayores al fondo. Y ay, ha sido pasear por el lugar y sentir una tristeza cuasi infinita.

No es de recibo, y lo digo desde aquí por si llegara a oídos del responsable del mantenimiento del lugar, que se invierta un importante pellizco de los presupuestos municipales para embellecer urbanísticamente Baza, y que a poquísimo tiempo de estrenar rotonda y paseo, la dejadez sea la tónica dominante. El estado del paseo es que es para llorar directamente: riego por goteo que no debe de haber conocido qué es eso del agua; plantas completamente secas, albero que eso no es albero ni es nada, lleno de malas hierbas, que parecen ser la únicas que han recibido riego, por su proliferación, etcétera. De verdad, es triste, pero sobre todo es indignante. Si se gastan los dineros, que sea para embellecer nuestra ciudad, no para semejante abandono recién estrenado. Que es que además no hay excusa ninguna: si se contrataron tantos trabajadores, porque fueron muchos, para realizar semejante obra pía, qué menos que tener un par de ellos para mantenimiento de jardines. Vamos, digo yo desde mi ignorancia, que todo puede ser que no me entere, y haya algún motivo razonable para tirar así el dinero de todos, y hacerlo además a la vista de todos. En fin, que desde aquí ruego a los responsables, que hagan el favor de arreglar el lugar, porque es que es una pena, de verdad.

 

450. Y el otoño se nos va

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Aunque tenemos la certeza de que volverá, hay una cierta tristeza al saber que el otoño se nos va. Apenas llevamos un par de días fríos, pero es pensar que llega el invierno, con sus paisajes desnudos y helados, y ya parece que la temperatura desciende, que las horas de luz menguan, que la noche es más dura para nuestras plantas de exterior. Ya sabemos que somos complicados, que nos gusta sumar dificultades a las ya existentes, que siempre nos quejaremos, da igual si es por frío o por calor. Lo percibimos perfectamente, pero eso no quita para que caigamos en ello una y otra vez. Aunque una cosa es segura: el otoño se nos va, queramos o no, indiferente por completo a nuestros sentimientos, sensaciones y pensamientos. Los ciclos se repiten, estemos de acuerdo o no; es más, estemos o no, ya no de acuerdo, sino vivos y presentes. La vida sigue su curso, contraria pero complementaria a la muerte, y no nos queda otra que adaptarnos y procurarnos la mayor felicidad posible; que dicen que no son felices más que los más simples, pero bendita simplicidad la de sentirse feliz e ilusionado. También dicen que los momentos más maravillosos y satisfactorios, los vivimos sin ser conscientes de ello; por eso hay que estar muy despiertos y atentos, porque si los protagonizamos, qué duda cabe de que podemos darnos cuenta de que nos están ocurriendo. Así que despejemos los sentidos de tonterías, que nos quitan mucha energía y nos roban un tiempo precioso que nunca volverá, al contrario de lo que ocurre con el otoño, que el próximo septiembre regresará sin falta. Atentos y poniendo el acento en las cosas sencillas, que son las más asequibles y, al final, las que más bienestar nos suelen procurar.

Foto: Lola Fernández

Y con estas divagaciones de otoño postrero, me paseo por una Alameda que ya está casi vestida de invierno, y me siento feliz en ella, como siempre me ocurre. Aunque también es invariable el disgusto que me provoca encontrarme frente a las balsas. Con la pequeña tengo la sensación de que ya es casi imposible mejorar el entuerto que para mí es el cambio de altura y de estructura. Llevo en mis recuerdos de niña la estrella a ras del suelo, con el chorro en su centro, creando ondas y movimiento; aún puedo ver sus peces de colores y siento que era un lugar mágico para los más pequeños. Hoy es inaccesible para ellos, a no ser que sus padres los tomen en brazos, o vean la nueva fuente desde el paseo superior. Nada que ver, nada; y difícil de enmendar, a no ser que se vuelva a cambiar y se recupere su forma anterior, cosa que es tan improbable como que el otoño no nos deje en unos días… Sin embargo, sería tan fácil mejorar la balsa grande: bastarían unos cuantos maceteros de piedra situados estratégicamente sobre su borde, aprovechando las esquinas de su diseño. Maceteros que podrían fijarse con cemento para que no desaparecieran, y plantar en ellos yedra, geranios, culantrillo, etc…; plantas que agradezcan la cercanía del agua y que adornen con su verde perenne y sus flores de colores una fuente que ahora es fría y fea. Porque lo es, más allá de que su mecanismo funcione y dibuje juegos de agua tan bellos como antes; eso cuando ocasionalmente se pone en funcionamiento, que la verdad es que casi siempre lo encuentro apagado. ¿Cuesta tanto crear belleza allí donde brilla por su ausencia y es fácil y barato hacerlo? Tampoco es tan difícil mejorar lo que provoca esa sensación de desnudez y de que faltara algo… Ese es mi deseo para esta Navidad, que la espero venturosa para todos ustedes: unas plantas que lleven vida y alegría a una balsa que es tan nuestra y tan querida por todos los bastetanos. No sé si los Reyes Magos o Papá Noel me escucharán, pero desde ya les adelanto que he sido muy buena y es un deseo nada egoísta, sino para compartir.

449. Con flores siempre es mejor

Foto: Lola Fernández

Por Lola Fernández Burgos

Que vivimos malos tiempos para la lírica, como dice la canción, es algo que nunca me cansaré de decir; pero contra la fealdad, la belleza, y alegría para contrarrestar la tristeza. O las tristezas, que son muchas y variadas, en una época que además cuenta con el añadido de conducirnos directamente hacia el invierno. Hay estaciones, como esta del otoño, que son verdaderamente un portento de hermosas transformaciones, de colores, de bonitos cambios, pero ay, nos llevan a un frío invierno de días cortos y heladas noches. Ahora que estamos además en diciembre, faltan muy pocos días para las fiestas navideñas, un tiempo que a muchos hace felices, como a otros muchos hace desgraciados. Hay cosas ante las que no cabe la indiferencia, y la Navidad, o te gusta, o no te gusta. Y no es una simple perogrullada, porque entre ambas opciones caben actitudes muy diferentes, que pueden marcar significativamente el fin del año.

Foto: Lola Fernández

Las navidades son unas fiestas que nada tienen que ver con cualquier otra, que están muy por encima de las creencias o no creencias religiosas, que invariablemente se van a ver influidas por los recuerdos de la infancia, y afectadas por la ausencia de nuestros seres queridos. Cómo va a ser lo mismo conforme van muriendo las personas que más amamos y que vivieron con nosotros no una sino muchas navidades inolvidables… Es imposible escapar del dolor cuando no somos niños y echamos de menos, por ejemplo, a nuestro padre, a nuestra madre, o a los dos. Como son absolutamente unos días de ilusión irrefrenable para los más pequeños; los mismos que desconocen por completo que están creando recuerdos que nunca se borrarán, y que llegarán años en que añoren estos días con una nostalgia insuperable. La Navidad es sin duda una fiesta para la infancia, y mucho más difícil para los adultos; y más si no hay niños y niñas cerca para obligarles a ilusionarse con ellos. Aun así, hay que ver lo bonito y alejar lo feo; cantar villancicos, vestir el árbol, construir un belén, salir de compras y admirar las luces y adornos en escaparates y calles… No sé, hay que ponerse en modo navideño si no queremos terminar hartos y dolidos.

Y como siempre, con flores es mejor, y no sólo con las de Pascua, típicas en estas fechas. Hay que buscar siempre sus colores y su alegría, es algo que no cuesta dinero; porque por cualquier lugar encontraremos plantas con esos toques de color maravillosos; y por muy acostumbrados que estemos a verlos, no dejan de ser un milagro de la naturaleza. En la creación del Universo, la aparición de las flores es, desde luego, de los hechos más importantes, y olorosos, además. Así que disfrutemos de cualquier época, porque en todas tenemos la posibilidad de gozar con algo tan hermoso, como tan a nuestro alcance. No hay estaciones en las que no contemos con flores, y aunque decimos que mayo es su mes, a lo largo de todo el año, árboles y plantas nos las proporcionan, como el más preciado de los regalos, sin necesidad de escribir cartas a los Reyes, o de pedirlas a quienes nos rodean. Como suele ocurrir, lo más simple es lo más hermoso y lo más asequible; por mucho que nos emperremos en correr tras imposibles, o en esperar en vano lo que nunca ha de llegar.

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