660. Cretinos digitales
Por Lola Fernández.
Las tretas de los mediocres para escapar de su vulgaridad son mucho más numerosas que las auténticas y legítimas estrategias para huir de la mediocridad, no sé por qué, pero es así por desgracia. Recuerdo a alguien que decía que no era el más aventajado, que lo que realmente ocurría era que se rodeaba de los mejores para su equipo de trabajo, y nada más lejos de la verdad: lo que realmente hacía era elegir a quienes le valían en un momento dado, para después desecharlos en un indecente usar y tirar que al final se reconducía a quedarse con los más tontos, para que, entre ellos, su propia tontería se viera como inteligencia. Artimañas y trampas en un caldo de cultivo de pura envidia, algo muy usual en la vida política, donde hay más demanda que oferta, y en la que se entra muchas veces para escalar, aunque sea pisando a personas, con una filosofía de sólo yo, que después me pueden quitar el puesto quienes me acompañen; y no me pregunten cómo lo sé, o, más bien, cómo lo he aprendido, porque es de esas cosas que una nunca hubiera querido alcanzar a conocer. Más allá del ámbito político, lo cierto es que el panorama no es demasiado alentador: estos días hemos podido leer en la prensa cómo un prestigioso neurocientífico ha alertado acerca de que el ser humano es más idiota que nunca y que no hay mejor manera de acabar con los cretinos digitales que leer libros en papel. Parece ser que son los dispositivos digitales los que han llevado a que cada vez seamos más idiotas, dado que el no leer como se ha hecho tradicionalmente, en libros físicos de papel, nos provoca déficits en la inteligencia intelectual y cognitiva, pero también social y emocional, sin que se pueda argumentar que frente a las pantallas se lee, puesto que del tiempo que estamos frente a ellas, tan sólo un 2 o un 3% se dedica a la lectura. La investigación efectuada al respecto avisa que la generación más estúpida que haya habido nunca, sic, invierte frente a una pantalla, entre los 2 y los 18 años, un tiempo igual al de 30 cursos escolares, que se dice pronto. Llama la atención que el intervalo de estudio se inicie con edad tan temprana, pero lo cierto es que quien más quien menos sabe que muchos bebés ya podrían ser incluidos en este tipo de investigaciones, pues no es raro verlos absortos frente a las pantallas de los móviles.
Es curioso que la ciencia nos diga que Internet y estar todo el día con los dispositivos digitales no nos hace más listos, contra la creencia general de muchos padres, que admiten con toda naturalidad que a sus hijos no les gusta leer libros. Parece que olvidan lo esencial de la lectura para comprender, para escribir, para pensar, para memorizar, para crecer intelectualmente y poder mantener relaciones interpersonales, no con meras máquinas, que eso precisamente son los dispositivos digitales, máquinas electrónicas para procesar la información. Que sí, que está muy bien ver series y películas de las categorías y géneros preferidos, pero que, si invertimos el tiempo justo para ello, sin robárselo, o sin sustituir directamente, al que dedicamos a coger un libro y disfrutar de su lectura, página a página, pasándolas mientras ese característico olor del papel y la tinta se mezcla con la imaginación que nos activa todo texto, sea cual sea, seguro que es mucho mejor, a la vez que nos aleja de convertirnos en unos cretinos digitales, que ya tenemos bastantes con el resto, sean analógicos o vayan por libre. Y si conseguimos revertir la tendencia sobre la que nos están avisando los científicos especialistas en el tema, y logramos que las nuevas generaciones sean cada vez más inteligentes, y no más tontas, entonces estaremos en el camino adecuado.