647. De viaje: Sanlúcar de Barrameda
Por Lola Fernández.
Llegué a vivir a Sanlúcar de Barrameda, en la provincia de Cádiz, a mis 16 años, cuando mis padres y hermanos llevaban allí dos años ya; de modo que, después de conocerla previamente sólo en los veranos, me instalé finalmente en esa hermosa ciudad para estudiar COU. Así, si mi primer contacto fue de mar, sal, dunas y arena, nadando entre la orilla de la playa de Las Piletas y el Coto Doñana, siempre presente en el horizonte, en plena desembocadura del Guadalquivir, después conocí el húmedo frío cuando soplaba el levante, y supe que Sanlúcar era mucho más que playas y paseos por la Plaza Cabildo y la Calzada. Desde el primer día de conocerlo, me ha parecido un lugar para perderse, en donde la belleza de la naturaleza se conjuga con su interesante historia e inigualable gastronomía, siempre regada con buenos vinos, como su exclusiva manzanilla. Las bodegas de Sanlúcar son parte de su esencia y salpican el trazado urbanístico, por lo que visitar alguna de la mano de alguien que te explique todos sus secretos es algo muy recomendable. Que en Sanlúcar se come y se bebe de lujo es más que sabido, y basta perderse por los bares y restaurantes de sus calles, o por Bajo de Guía, sin olvidarse del puerto pesquero de Bonanza, en donde tuve la oportunidad de asistir a alguna subasta de pescado en la lonja, de la mano de mi padre, que me explicaba cómo se subastaba a la baja, con los compradores parando al que cantaba el precio con una velocidad que pasmaba. En Bajo de Guía no sólo comerás el mejor pescado y marisco de la zona, sino que desde allí puedes cruzar en barcaza al Coto y quedarte unas horas hasta que te apetezca regresar antes de que el servicio finalice. Ver la ciudad desde allí es como invertir el horizonte cotidiano, pero si no te apetece cruzar, basta que te vayas a los Pinares de la Algaida, con idéntico ecosistema al de Doñana, visitando las salinas en el trayecto, o siguiendo entre canales de las marismas, con una variedad maravillosa de aves, entre las que destacan las rapaces, o los flamencos vistiendo las aguas de reflejos rosas, especialmente en invierno. Si el Guadalquivir es hermoso, su llegada al mar impresiona; no está de más darse un paseo en barco, y, si quieres, llegar hasta Sevilla, que para eso es el único rio navegable del país.

Decir Sanlúcar es decir iglesias, conventos y casas señoriales, como el Palacio Ducal de Medina Sidonia, o de los Guzmanes, en el que vivía la Duquesa Roja, y que hoy se puede visitar, e incluso hospedarte en una de sus nueve habitaciones, o al menos acudir a la cafetería del Palacio: a quien le guste la Historia y el Arte tiene sin duda una cita que le será inolvidable, aunque ya no aparecerá la Duquesa de Medina Sidonia, como le gustaba hacer en vida, cuando se acercaba a saludar a los grupos de estudiantes que iban con sus profesores. Tampoco se puede ir a Sanlúcar sin visitar La Jara, en cuya playa hay un corral de pesca, de los que los pescadores construían a base de muros de piedra en los que los peces quedan atrapados al bajar la marea. Si te acercas hasta Chipiona, que está muy cerquita, verás varios corrales más, herencia antigua de los hombres de la mar, se cree que romana o árabe; de paso, es bonito pasear por este pueblo tan ligado a Sanlúcar, famoso por nacer allí Rocío Jurado, y por el Santuario de Regla, que compite en la orilla con el faro más alto de España, allá a lo lejos, pero tan cerca. Si estás en Sanlúcar en agosto, imposible no acudir a las carreras de caballos en sus playas, se celebran cada año y son de estilo inglés, siendo las más antiguas de España, pues datan de 1845. Ver correr a los caballos, con un fondo de barquitas sobre las aguas y el omnipresente Coto de Doñana, en esos atardeceres maravillosos que tiñen de oro los cielos, es algo que hay que vivir. No te vayas de Sanlúcar de Barrameda sin subir hasta Capuchinos, un inmejorable mirador para disfrutar de hermosas vistas sobre Doñana y la ciudad, o el Castillo de Santiago, desde cuyas alturas podrás admirar y oler el Atlántico. Y mi última recomendación es que, por mucho que te guste el marisco, hay dos pescados que siempre has pedir: los tapaculos y las acedías… ¡como en Sanlúcar, en ningún sitio!